[code]Daki, esporádicamente había ido a visitar su “almacén” y observaba la quimérica naturaleza de su técnica de arte demoniaco en todo su esplendor: Una extensa sábana de fibra textil se desdoblaba colosalmente acaparando todo el trecho subterráneo de las cloacas de Tokyo. En la oscuridad, la redecilla fosforescía ante la mirada malévola que auscultaba los rostros divisibles de más de sus 300 presas ahí reservadas. Indagaba buscando a alguien en particular. La mayoría eran hermosas damas de compañía, pero también habían ahi varones. —Con que aquí te guardé...Pero, aún no te has descompuesto fufufu, tal parece que te estás resistiendo...[/code]
[code]Y casi todo lo que veía y escuchaba el rubio era falso. El hilo negro de Daki lo había alcanzado eventualmente en su primer encuentro sin que él siquiera se percatase. Zenitzu vivía desde ese entonces atrapado como uno de los tantos rehenes capturado dentro de su faja demoniaca. —Pobres sabandijas.... —Sin lugar a dudas con el tiempo sería absorbido y disuelto por los corrosivos tóxicos que mataban lentamente a sus presas para procesar de sus nutrientes. En este proceso, les fracturaba la mente con la proyección de algunas espeluznantes pesadillas: Todo tipo de imágenes sensoriales que ellos captaban, eran producto de las memorias de su pasado viéndose tergiversado por el veneno de las babas de la diabla.(...) [/code]
Había comenzado, otra vez, a llorar y llorar a mares el pequeño, aunque ahora en silencio. Incómodo miró a aquella mujer que de la nada apareció, sintiéndose aún más pequeño si es que eso era posible llegados a tal punto. Sorbía su nariz a veces, agradecido de que ni siquiera se hubiese parado con él aquella mujer, mas, no pudo evitar ver como fue con la niña.
- Déjala, solo me ayudaba... -murmuró de una forma casi inaudible, intentando defender a la otra, aunque el aspecto propio seguramente era el más lamentable. Le fue inevitable intentar defenderla.
-Era cierto que los demonios solo salían de noche y esta, de luna llena atrajo a una de ellos a un descampado huerto. Era una mujer de belleza extasiante con ambarinas farolas infernales que fulminaban a todo ser debil. Primero, miro al niño que seguramente era una ofrenda para ella, porque estaba colocado justo en el centro de su camino, estorbandole el paso y gritando a los cuatro vientos que se lo coma de un solo bocado. —Vaya, vaya~ Es solo un niño ruidoso y corriente, pero tú...~ Fufufu~ —Se giró hacia la adolescente percatandose de su bella cara con una sonrisa hambrienta. La presunta demonio vestía los pomposos atuendos y el maquillaje sobrecargado de una Oiran (cortesana), se desplazó sobre sus tradicionales getas y fue a posarse justo frente a frente con la pequeña ilusa. —"Tú" tienes un mejor aspecto ¿Sabes a qué vine, mocosa impertinente~?
- Lo sé... - murmuró, soltando una mano a la ropa del abuelo para asentir, agradecido con el gesto - G-gracias. - susurró tras dejarse hacer por sus acciones, acabando con limpiarse luego las lágrimas con el dorso de la mano libre.
