Después de esa confesión no puede coordinar las palabras, pues su adorado escritor se estaba encargando de borrarle las palabras de la mente mientras se dedicaba a memorizarla con las manos. Ya no llevaba más ni la manta ni el abrigo que llevaba antes, mordió su propio labio mientras los de Ulises recorrían su piel desnuda con besos lentos y cálidos, haciendola suya muy a su manera.

—Te quiero... Te quiero más que a nada...—. Susurra un poco agitada pues sus manos comenzaban a tomar rumbos diferentes algo que ella deseaba con todas sus fuerzas, los dedos de Scarlett acarician los botones de su camisa abriendola con lentitud mientras lo mira, nota ese mismo deseo en él.