— ¿Qué pregunta? — Inquirió, jugando a lo mismo que la extraña. Dada la distancia y actual postura de Katai, esta le daba la espalda, motivo por el cual su expresión no era visible. Sin embargo bastó que la forastera mencionara la palabra "intermitente" para que Yui se volteara hacia ella con el ceño totalmente fruncido y a largos e iracundos trancos llegase hasta ella. Su voz cambió de la serenidad a la furia en un segundo, como si la humana se hubiera vuelto bestia. El mentón arrugado con desprecio, el trazo felino y japonés de sus ojos destilaba odio y sus palabras daban campanadas de futura desgracia:

— ¿QUIÉN TE DIO PERMISO PARA TOCAR MIS COSAS? ¡DÁMELO AHORA! — Sus intenciones eran serias, su ánimo demandante y sus manos empuñadas fuertemente además de la tensión visible de todos los músculos de su cuerpo cuando se detuvo a tres metros de ella, determinaban que la violencia se vaticinaba si la mujer no accedía ante las órdenes de Katai.