— Es extraño compartir ésta clase de cosas cotidianas... Pero sin duda cada día se vuelve más especial, siempre y cuando no tire mis perfumes ¡Porqué es muy bruto! O que me trate de peinar y sólo me despeine más. {?} —
— ¡¿Cómo qué olorosa?! ¿Soy oloro...? ¡Dame eso!—Repicó al instante mismo en que le arrebataba de las manos el frasco de cristal, atesorandolo contra su pecho apenas cubierto por sus largos cabellos mientras resoplaba.—Es para mantener la piel hidratada y suave... Además, no es oloroso, mira, mira. —Al destapar el frasco, acercó el mismo hacía el rostro del peliblanco, con intención de que oliera el fresco aroma.—
