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Shaitan · M
La vista de él, siempre tan grácil y artística, en cada momento y sobre todo en el del sexo; su aroma siempre cautivador, por alguna razón mágica o química que llegó a hacerlos inseparables en un momento, y la estrechez que le brindaba la poca preparación de su interior, provocaron que su entrepierna le exigiera movimientos más rápidos y violentos dentro de su cuerpo.
Su agarre agotado y un tanto tembloroso mantenía ese delgado cuerpo fijo contra el colchón desde el cuello, mientras lo penetraba, y él le arrancaba como siempre, con facilidad, más de un suspiro grave de placer.
Pero él no era el mismo que alguna vez lo hizo suyo. Su alma estaba tan rota como cada fibra de sus músculos en ese momento. Y habría buscado en el acuático otro tipo de refugio, diferente al carnal, de no ser porque ese lazo especial no se había terminado de formar en él cuando también se había roto.
Volvió a mirarlo, antes de inclinarse hacia él y hablar contra su oído, pues sería mejor ahorrar [...]
Su agarre agotado y un tanto tembloroso mantenía ese delgado cuerpo fijo contra el colchón desde el cuello, mientras lo penetraba, y él le arrancaba como siempre, con facilidad, más de un suspiro grave de placer.
Pero él no era el mismo que alguna vez lo hizo suyo. Su alma estaba tan rota como cada fibra de sus músculos en ese momento. Y habría buscado en el acuático otro tipo de refugio, diferente al carnal, de no ser porque ese lazo especial no se había terminado de formar en él cuando también se había roto.
Volvió a mirarlo, antes de inclinarse hacia él y hablar contra su oído, pues sería mejor ahorrar [...]
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