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—La lluvia caía y lo empapaba, sin embargo él no se movía de aquel punto, observando al piso el reflejo deformado en los charcos.
Dejaba que lo helado del agua enfriara su cabeza, su pecho, todo su ser, mezclándose con el llanto incesante hasta que era imposible distinguir el agua de las lágrimas.
El dolor era punzante en su pecho, miraba una y otra vez su mano con aquel anillo, parecía que el brilloso material del cual fue creado se oxidaba, se oscurecía, perdía su belleza minuto a minuto.—
Wǒ ài nǐ...
 

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