El rubio caminó por el lugar intentando aguantar las burlas que hacía el dueño del negocio. Ambos chicos tomaron asiento en una mesa cerca de la ventana, a la izquierda de la entrada principal.
─ Yo sé que solo bromean. Es solo que... me da nostalgia. ¿Sabes? Desde que me volví alquimista nacional y he estado de ciudad en ciudad resolviendo crímenes, hacía mucho que nadie bromeaba con mi estatura... ─ lo que era una expresión pesarosa se volvió una risueña; no sería nada raro que le tacharan de bipolar por el cambio tan drástico.
─ No sabes lo mucho que me alegra estar aquí, contigo, en este lugar. No sé exactamente cuánto tiempo me quedaré, pero quiero disfrutarlo al máximo.
Lo siguió sonriente, caminando al lado de él. Aunque Ed junto a Al siempre viajaban, no parecía que nada había cambiado cuando volvían y pasaban el tiempo juntos, seguía siendo lo mismo.
— ¿Verdad? El tiempo pasa pero todo sigue igual. Un lugar acogedor. — Volteó a verlo, sonriendo. — A diferencia de ti...—
Se le quedó viendo por unos segundos, abajo hacia arriba. Y una sonrisa traviesas se dibujo en sus labios.
— Hasta parece que has crecido unos centímetros. —
El muchacho se encogió de hombros al escuchar el último comentario de Winry. De inmediato se giró en su dirección, tenía un rostro devastado y con una voz quebrada respondió:
─ Ya me he resignado a ser bajito... ─ se podía escuchar el violín más pequeño del mundo tocando la canción más triste de todas.
Regresó al camino enfundando las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Realmente le había hecho gracia, estaba muy feliz de haber regresado al pueblo y sobre todo, volver a ver a Winry. Siguieron caminando hasta llegar al lugar, dónde el dueño saludó a los muchachos y cómo era de costumbre, hizo algún comentario desafortunado con la estatura del rubio, quién parecía tener un nubarrón encima de su cabeza.
