—La distancia entre ellos la hizo quedar con los labios abiertos siguiendo el rastro de los ajenos mientras se alejaban. Con toda la lentitud del mundo abrió los ojos y lo encontró justo sobre ella, mirándola, como siempre. Lo siguió con la mirada mientras salía de su departamento con esa brusquedad y confianza que tenía, no se movió, tan sólo asintió, y aún cuando sus pasos anunciaban cada vez más lejanía de ese cuerpo, se quedó contemplando la puerta tras su ausencia.—
-El tacto es suave, tanto que se siente tentado a ir más allá sólo para ver cuánto escalaría esa sensación, pero sus labios se separan antes de eso. Sabía que no podía dejarse envuelto en esas sensaciones de nuevo, sino sería su perdición.- Voy de salida. Debo encontrarme con un viejo conocido antes de ir al bar. -Hace algo de distancia, sólo para verla por una última vez, a su cuerpo, su rostro, su alma. Finalmente se va, como si él pudiera abrir y cerrar la casa ajena como si fuese suya.-
—Su cuerpo no tardó en sentir la cercanía del ajeno, y aún si tenía los ojos cerrados, la caricia del aliento ajeno sobre sus labios la hizo abrirlos un poco más, pero fue la tensión sobre su cuello la que le sacó un ligero jadeo, con el que recibió los labios de John, con una naturalidad que no reconocía, pero que entendía bien.—
Y mueren por razones aún más increíbles. -Sus ojos se cierran poco a poco. Siente el pulso, sabe que hay vida en sus manos. En ese momento deja que su cuerpo se lleve a sí mismo hasta ella. Sus labios buscan los ajenos a la par que su mano se tensa poco a poco.-
—Sus terminales nerviosas se activaron cuando esa mano bajó por su cuello, y tragó saliva, cerrando los ojos al sentir la cercanía, su aorta palpitaba bajo el tacto de la mano de John.— La gente mata por razones que nadie creería. —susurró.—
-Sl ver que no está causando reacciones baja la mano por su delgado cuello. Su rostro se acerca hasta que ya no puede divisarla con la mirada.- Es un buen jefe, si muere me quedaré en la calle. ¿Crees que lo mataría?
—Sintió la punzada de esa mirada en la propia, y sabía que no podía eludirla; al menos no temblaba como las primeras veces que pasaba.— ¿Matarlo? —cuestionó, y en su voz no había nada trémulo, la suavidad perduraba, el pensamiento en sí no le gustó, pero no la agitó.— No es tan mal jefe.
No "esto", pero si es verdad que te tiene estima. -Su voz estaba al mismo volumen que la de ella, en un tono calmo.- Tal vez debería matarlo. -Sus ojos de fuego dejaron de admirar su rostro y se clavaron directo en la mirada ajena.-
-Se acercó poco a poco, inclinándose para poder ver su rostro de cerca. Su pulgar acarició con suavidad el mentón de la muchacha. Y en ese momento susurró.- Eso es bueno, Scottie me mataría si te mueres.
