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SabrielWolrick · 31-35, F
Quizá la respuesta a todas sus preguntas terminaría si atravesaba el agua sólida. Conforme el tiempo relativo avanzaba, también crecía su deseo por tocar la superficie. Algo le decía que se sentiría fría. Sólo por ese pensamiento decidió aceptar.

—Los favores siempre vienen con un precio. Me provoca cierta incomodidad admitir que no será gratis —entornó los ojos, prestándole atención. —¿Qué es lo que quieres?
SabrielWolrick · 31-35, F
Trágico era una palabra que describía la vida de cualquier reencarnado. Nacer, vivir, servir, morir. Todos con su dosis de dramatismo traumático. Debían preocuparse cuando las cosas ocurrieran de forma tranquila, sólo ahí encontrarían la atipicidad de sus vidas.

Levantó el rostro presa de la confusión. El que la esencia brillante la reconociera encendió las alertas dentro de Sabriel. Sus ojos oscuros se fijaron en la figura deformada por la óptica del cristal mientras intentaba entender el trasfondo de sus palabras. Se conocían. No sólo en los dominios de los demonios, también en el de los humanos. ¿Cómo es que la hindú no podía recordarla? Tenía la sensación de saber quién era en lo profundo de su interior, pero el nombre no alcanzaba a hacerle cosquillas en la lengua. Sin embargo, las luces de alerta no estaban en rojo. Tenían una tonalidad azul, muy semejante al color del Pilar, mismo que infundía una inquietante tranquilidad.
VeraFarina · F
Y cuando lo perdiera todo, ¿podría sentir paz? Conocía bien el castigo tras esa puerta transparente, sin embargo, la verdadera penitencia no se encontraba en el vagar ausente por varios años sino en el tener que volver después de eso. —Es curioso —sonrió a medias sin dejar de observar el resto del purgatorio a la distancia—, siempre te olvido de alguna forma, pero cuando regreso aquí vuelvo a recordarte. Nuestros encuentros reales, ¿deben ser siempre tan trágicos? En fin, esta vida ya se me ha escapado... Y tal vez estaré pidiendo demasiado pero necesito que me hagas un favor.
VeraFarina · F
"¿Tienes miedo?"

La pregunta retumbó en su interior cual eco en un espacio amplio y vacío; la palabra tenía un significado distinto cada vez que la escuchaba salir de los labios de otra persona, pero seguía siendo terriblemente familiar para su propio ser. ¿Cuántas veces tenía que experimentar el miedo para volverlo más una sensación de costumbre que de ansiedad?, ¿de qué servía vivir mil vidas si uno no podía volverse insensible ante lo indeseado? La fémina se removió en su sitio y pegó la frente al cristal, no necesitaba respuesta alguna a sus preguntas internas pues siempre lo había sabido: vivir y morir así era una maldición, no un regalo.

—Todo el tiempo —se limitó a responder a media voz, segundos antes de que una onda extraña sobre el agua le tocara la frente, llevándose así consigo el primer recuerdo. Ella sabía que no podría lograr ser tan poderosa como para evitar lo inevitable.
SabrielWolrick · 31-35, F
[...] noches de desvelo hablando con el espíritu tras el cristal. Encogiéndose en una de las esquinas del dominio, apartada del resto de los demonios, encontraba cierta paz del mundo terrenal. Aquél era su hogar. No el pilar; tampoco la India. Era la oscuridad del Inframundo lo que la hacía sentirse reconfortada. Apoyó la frente sobre sus brazos y cerró los ojos. —¿Tienes miedo?
SabrielWolrick · 31-35, F
Cerró los ojos, intentando no ver a través del cristal de sombras que separaba las almas castigadas. Además, intentaba no acercarse demasiado. Cualquier movimiento en falso podía provocar que Sabriel terminara tocando la superficie vidriosa formada con el agua del río Lete, perdiendo sus memorias y toda razón. Continuamente los condenados que llegaban a esa zona del cuarto dominio y atravesaban el cristal, se convertían en seres oscuros y amorfos que no podían regresar. Había comenzado a llamarlos errantes. Se convertían en los demonios más peligrosos, incapaces de comprender, pensar o sentir. Su castigo, más allá de su pecado, era convertirse en nada. Perder incluso en la muerte todo significado. Aún no podía entender cómo ella, tan brillante, podía hablarle y mirarla a través de la traslúcida capa de agua solidificada. ¿Cómo lo había atravesado sin siquiera olvidar quién era? ¿Cómo podía tentarla a querer hacer lo mismo? Sabriel resistía el impulso de la curiosidad en las largas noch

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