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Es el día de las muñecas.
 
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Su respuesta tarda en llegar, bajando las manos y retrocediendo apenas un paso. Vanya lucía perdida, se notaba en su mirada cuando divaga en las palabras.

— Yo...Yo no te odio. Si lo hiciera...Zareth...

Sus labios dibujan una sonrisa, cariñosa e inesperada. Tomó la mano de la mujer, quien ya no era ante sus ojos un mísero humano inferior.
Con un leve apretón, daba cobijo a esa mano entre las propias y la atrajo hasta sus labios, dejando un suave beso en el dorso. Acto seguido, la suelta y se despide.

— Cuando me besas, me siento cansada. Entonces, iré a descansar. Adiós, adiós.
 
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