31-35, M
Sólo me gusta leer.
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E1581011 · 22-25, M
Eugeo no pudo evitar el rubor que subía por su cuello, pero no hizo ningún esfuerzo por ocultar la sonrisa que le curvaba los labios. Su cuerpo respondía a la proximidad de Yuuta, las sensaciones se agolpaban en su mente, cada una más embriagadora que la anterior.
—Yuuta...— Su voz era apenas un susurro, pero cargado de promesas y de una lujuria apenas contenida. Miró al otro hombre a los ojos, su mirada era intensa, sus pupilas dilatadas por el deseo.
Lentamente, llevó una mano al rostro de Yuuta, sus dedos acariciando suavemente su mejilla, bajando hasta su cuello, sintiendo el pulso acelerado bajo su piel. Su sonrisa se ensanchó un poco más al ver la reacción de Yuuta a su tacto, la forma en que se inclinaba hacia su mano, como si buscara más contacto.
—Siempre te he querido, Yuuta— admitió, sus palabras eran audaces, pero su tono era suave. —y quiero explorar... todo contigo.
Sus palabras colgaban en el aire entre ellos, cargadas de implicaciones y deseos no pronunciados. Su mirada bajó a los labios de Yuuta, viéndolos entreabiertos, y la tentación se hizo demasiado grande para resistirla. Eugeo se inclinó hacia delante, capturando los labios de Yuuta en un beso que era tanto una afirmación como una promesa, un fuego que prometía consumirlos a ambos si se rendían a él. Pero en ese momento, Eugeo no le temía al fuego. No si era Yuuta quien lo encendía.
—Yuuta...— Su voz era apenas un susurro, pero cargado de promesas y de una lujuria apenas contenida. Miró al otro hombre a los ojos, su mirada era intensa, sus pupilas dilatadas por el deseo.
Lentamente, llevó una mano al rostro de Yuuta, sus dedos acariciando suavemente su mejilla, bajando hasta su cuello, sintiendo el pulso acelerado bajo su piel. Su sonrisa se ensanchó un poco más al ver la reacción de Yuuta a su tacto, la forma en que se inclinaba hacia su mano, como si buscara más contacto.
—Siempre te he querido, Yuuta— admitió, sus palabras eran audaces, pero su tono era suave. —y quiero explorar... todo contigo.
Sus palabras colgaban en el aire entre ellos, cargadas de implicaciones y deseos no pronunciados. Su mirada bajó a los labios de Yuuta, viéndolos entreabiertos, y la tentación se hizo demasiado grande para resistirla. Eugeo se inclinó hacia delante, capturando los labios de Yuuta en un beso que era tanto una afirmación como una promesa, un fuego que prometía consumirlos a ambos si se rendían a él. Pero en ese momento, Eugeo no le temía al fuego. No si era Yuuta quien lo encendía.