— Y hay muchas cosas más, ya lo verás. Seguro te tomará más de una tarde en experimentar con cada cosa...—
Y en efecto se lo imaginaba ya entretenido queriendo experimentar todo en ella, pero su imaginación se vio distraída gracias al toque contrario, lo cual hizo que lo mirará con cierta picardía de reojo.
— Mi fe nunca falla, pero no sé si sabremos decir lo mismo de la tuya, querido.
—Ulalá, ¿Artefactos? Siempre quise ver el caballo de madera. Oí que en las iglesias usaban eso con las mujeres de mala fe.
Aunado a sus palabras un pequeño roce de su mano al medio de los muslos ajenos, sonriente porque sabía que esos juegos serían divertidos. Las confesiones con la monja en su defecto lo eran. Y sus ojos serpentinos aparecieron, y se acercó a ella siseante. Emocionado.
Sonrió tan cómplice como él, y robó un fugaz y "casto" beso de sus labios. Dándole la espalda tomó la mano ajena para que le tomara la cadera y guiarlo con el contoneo de su andar a dónde deseaba llevarlo — Tengo la sospecha que este lugar del templo te gustará...con todos esos artefactos que seguro llamarán tu mórbida curiosidad. ~ —
—¿Y a qué esperas? Llévame —murmuró cerca de sus labios, una súplica tornada en deseo. Y cómplice sonrió divertido—, si no me confiesas bien debería buscar otra monja que sí lo haga.
— Por lo que tengo en mente, tu castigo y confesión serán dados al mismo tiempo. — incluso, la simple idea robó en ella una fugaz y media sonrisa. — Tengo el lugar adecuado, pecador. ~
—Prefiero mi tabaco al incienso que ustedes usan. Pero, ya que estamos; dígame, hermana, ¿Qué castigo tendré que recibir? Procure que el precio equivale a mi pecado, y por ende; mi confesión será más fuerte.
—Lo siento por eso, hermana. —dijo aunque no muy sincero. Más bien, se reía en lo que quitaba la mirada—, quizá más de una vez fui a tu iglesia después de fumar un poco.
