Nuevamente fue el movimiento de la guadaña el que incentivó a la Huli Jing a retroceder. En su forma animal ella era ágil y sus garras y dientes podían destazar a cualquier humano sin problema alguno, pero el inconveniente recaía en que ya no era capaz de transformarse; estaba atrapada en esa forma híbrida que limitaba sus mejores características.

Se debatió entre salir corriendo para regresar con Lee y entre canalizar la mayor cantidad de magia que pudiera para darle al intruso un golpe certero. Sin embargo, la idea de la magia era arriesgada pues sólo tendría una oportunidad y en cuanto a Lee... No quería ponerlo en peligro.

Lo único que le quedaba era justo lo que había tenido que hacer las últimas decadas: negociar.

—Harías a mucha gente feliz si me asesinas, se me ocurren varios nombres —murmuró, y no mentía, la mayoría de los monjes la habían intentado cazar sin éxito—. Y si me vendes también podrías obtener algo de dinero...