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Ophelia1576351 · F
Su primer año en el Campamento Mestizo no había comenzado hacía demasiado tiempo. Diciembre se acercaba como una eminente tormenta que puedes ver desde lejos y no puedes hacer otra cosa que esperar a que pase. Si bien su padre no estaba tan presente el resto del año, jamás fallaba en organizar una fiesta de navidad inolvidable para ellos dos. Este año y los siguientes, estaría sola y debería ser ella la que organizase tal evento; pero no estaba lista para el cambio. Cada vez que mencionaban las festividades, intentaba cambiar rápidamente de tema y no pensar demasiado al respecto.
La actitud esquiva de la semidiosa ante el tópico no fue invisible para sus amigos cercanos, más que nada para Helena y Renata, que a pesar de su negativa a hablar del tema les sacaron lo que realmente la asustaba. Estar sola. Su solución fue repartirse a Ophelia en Navidad (la cual pasaría con la familia de Helena) y Año nuevo (Renata y su madre). Así de sencillo.
El tiempo pasa volando, excepto cuando se espera un día en específico. A penas volvió, envió por correo los regalos de navidad para sus amigos, sólo le quedaba comprar algo para Helena y su padre, y decidir que postre iba a llevar para la cena. La escencia mundana de todo en su lista de deberes le traía paz y la hacía sentir en paz con la época del año.
Y así pasó la semana, hasta que el viernes se encontró frente a la puerta de la casa de Helena. Recordaba haber ido varias veces allí de niña cuando eran compañeras de la escuela, pero el destino las había reunido en un nuevo mundo y para sorpresa de las dos, descubrieron que el tiempo se había detenido y su amistad seguía intacta.
Tocó el timbre y esperó, acomodándose la solapa del saco por ultima vez, mientras con la otra mano sostenía una tarta de frutilla. El bolso donde traía sus pertenencias, ya que se quedaría allí hasta el fin de la festividad, descansaba sobre el escalón frente a ella, libre de la nieve. Sentía sus piernas temblar, pero no estaba segura si eran nervios o el frío invernal que acariciaba sus piernas cubiertas solo por medias cancan.

La actitud esquiva de la semidiosa ante el tópico no fue invisible para sus amigos cercanos, más que nada para Helena y Renata, que a pesar de su negativa a hablar del tema les sacaron lo que realmente la asustaba. Estar sola. Su solución fue repartirse a Ophelia en Navidad (la cual pasaría con la familia de Helena) y Año nuevo (Renata y su madre). Así de sencillo.
El tiempo pasa volando, excepto cuando se espera un día en específico. A penas volvió, envió por correo los regalos de navidad para sus amigos, sólo le quedaba comprar algo para Helena y su padre, y decidir que postre iba a llevar para la cena. La escencia mundana de todo en su lista de deberes le traía paz y la hacía sentir en paz con la época del año.
Y así pasó la semana, hasta que el viernes se encontró frente a la puerta de la casa de Helena. Recordaba haber ido varias veces allí de niña cuando eran compañeras de la escuela, pero el destino las había reunido en un nuevo mundo y para sorpresa de las dos, descubrieron que el tiempo se había detenido y su amistad seguía intacta.
Tocó el timbre y esperó, acomodándose la solapa del saco por ultima vez, mientras con la otra mano sostenía una tarta de frutilla. El bolso donde traía sus pertenencias, ya que se quedaría allí hasta el fin de la festividad, descansaba sobre el escalón frente a ella, libre de la nieve. Sentía sus piernas temblar, pero no estaba segura si eran nervios o el frío invernal que acariciaba sus piernas cubiertas solo por medias cancan.
