User1577800

A pesar que solo conocía la primera película que su amiga nombro, asintió como si hubiese visto ambas mil veces. Después de todo, según adelantó Helena mañana se acabaría la época de su vida donde no era conocedora de “Casi Navidad”. Si tuviese que elegir una favorita, en su caso sería “Love Actually” pero era demasiado melosa comparada a sus gustos habituales, como para admitirla en voz alta.

Sacó la primera tanda de galletitas del horno y comenzó a batir manteca, leche y azúcar glasé para armar buttercream, pensaba poner la mezcla en varios recipientes así podrían armar varios colores. Escuchó atenta las novedades que el progenitor de la semidiosa había compartido y una vez que se fue a recibir a los invitados, ya había finalizado de colocar la pasta de distintos en las mangas para así comenzar a decorar. Le ofreció la de color amarillo a su amiga y comenzó con la verde a dibujar un árbol sobre una de las galletitas.

—¿Qué te gustaría hacer una vez que no nos sea obligatorio asistir al campamento? —La pregunta se proyectó en el pequeño silencio que se había ubicado entre ellas, ambas concentradas en sus tareas. Negaría si no ansiaba, esa cada vez más próxima, libertad pero a la vez, volver a estar completamente desamparada otra vez la inquietaba un poco.

Con la tarta de frutilla en sus manos heladas, caminó detrás de su amiga aún hipnotizada por las decoraciones mientras intentaba recordar cual era el adorno favorito de su padre para colocar en el árbol. ¿El conejo rosa o la estrellita? Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos, mientras que guardaba la tarta en el refrigerador y se lavaba las manos.

—Me apunto para decorarlas. —Ofreció mientras esperaba que Helena le indicase si necesitaba ayuda con algo mientras se ponía al día con el señor Nott; después de todo hacía años que no se veían. Agredeció por milésima vez que la invitaran a celebrar la festividad con ellos y se sentó en un taburete para esperar una vez que las galletitas estuviesen listas.

—Lena, ¿cuál es tu película navideña favorita? —Inquirió buscando inspiración para su futura incursión en la pastelería.

Los rastros de las manos de Helena se notaban en todas partes, siempre le había halagado el buen ojo para la decoración y realmente esta vez había excedido toda expectativa, logró captar la esencia navideña a la perfección sin caer en el exceso. A penas puso un pie en el recibidor, fue absorbida por una calidez palpable que le provocó un escalofrió debido al frío que había pasado hasta ahora emocional y físico.

Besó la mejilla de su amiga y luego de dejar la tarta sobre la mesa, procedió a saludar a su progenitor que se había acercado hacia ellas. Se distrajo un momento observando los sweaters, eran dignos de una película de Hallmark y ella las adoraba; una sonrisa comenzaba a pintarse en su rostro mientras se quitaba el abrigo.

—Buenas noches y gracias por invitarme. —Fue lo primero que atinó a decir mientras de su bolso se apuraba a sacar una botella de vino y dejarla sobre la mesa. Colocó su saco en la espalda de la que dedujo que sería su silla debido al cartel en la mesa que así lo indicaba, colocó el bolso al lado de esta y esperó, ahora despojada de sus pertenencias a las indicaciones de la hija de Afrodita.

—¿En que puedo ayudar?— Fingió arremangarse las mangas, los brazos del vestido eran demasiados ceñidos para llevar a acabo esa acción, pero pretendía comunicar que ya estaba lista para el trabajo.

Su primer año en el Campamento Mestizo no había comenzado hacía demasiado tiempo. Diciembre se acercaba como una eminente tormenta que puedes ver desde lejos y no puedes hacer otra cosa que esperar a que pase. Si bien su padre no estaba tan presente el resto del año, jamás fallaba en organizar una fiesta de navidad inolvidable para ellos dos. Este año y los siguientes, estaría sola y debería ser ella la que organizase tal evento; pero no estaba lista para el cambio. Cada vez que mencionaban las festividades, intentaba cambiar rápidamente de tema y no pensar demasiado al respecto.

La actitud esquiva de la semidiosa ante el tópico no fue invisible para sus amigos cercanos, más que nada para Helena y Renata, que a pesar de su negativa a hablar del tema les sacaron lo que realmente la asustaba. Estar sola. Su solución fue repartirse a Ophelia en Navidad (la cual pasaría con la familia de Helena) y Año nuevo (Renata y su madre). Así de sencillo.

El tiempo pasa volando, excepto cuando se espera un día en específico. A penas volvió, envió por correo los regalos de navidad para sus amigos, sólo le quedaba comprar algo para Helena y su padre, y decidir que postre iba a llevar para la cena. La escencia mundana de todo en su lista de deberes le traía paz y la hacía sentir en paz con la época del año.

Y así pasó la semana, hasta que el viernes se encontró frente a la puerta de la casa de Helena. Recordaba haber ido varias veces allí de niña cuando eran compañeras de la escuela, pero el destino las había reunido en un nuevo mundo y para sorpresa de las dos, descubrieron que el tiempo se había detenido y su amistad seguía intacta.

Tocó el timbre y esperó, acomodándose la solapa del saco por ultima vez, mientras con la otra mano sostenía una tarta de frutilla. El bolso donde traía sus pertenencias, ya que se quedaría allí hasta el fin de la festividad, descansaba sobre el escalón frente a ella, libre de la nieve. Sentía sus piernas temblar, pero no estaba segura si eran nervios o el frío invernal que acariciaba sus piernas cubiertas solo por medias cancan.