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Cuándo volverás.
 
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User1576008 · 26-30, M
Sabes que te necesitamos para hallar los fragmentos de la Perla. No hemos podido hacer mucho en estos días por esperarte —esta vez desvió sus pasos hacia la aldea, mirando cada tantos segundos por encima de su hombro como para corroborar que la muchacha siguiera sus pasos—. Esa mochila te hace muy lenta. Dámela —frenó en seco, esperando a que ella lo alcanzara para arrebatarle la mochila de los hombros. Ya su olfato canino le avisaba de todas las cosas deliciosas que venían en el interior. Con mayor razón debía ayudarla si quería comer pronto.

¿Para qué necesitas estudiar? —cuestionó con ingenuidad. La verdad era que le molestaba que Kagome pasara tanto tiempo estudiando y no enfocándose en lo que realmente era importante (para él)—. No entiendo para qué necesitas esos tontos libros y saber todas esas cosas que no necesitas.

User1576008 · 26-30, M
¿Que no venciste? —inquirió en un tono más apacible luego de que la uniformada tomara su mano y este la ayudara a salir del pozo, apenas puso ambos pies sobre las orillas del pozo, el híbrido la afirmó por la cintura con las manos, impidiéndole que saltara; él mismo la colocó cuidadosamente sobre el suelo.

Le había tomado mucho tiempo (y visitas) comprender más o menos de qué se trataban los exámenes. Ciertamente debían ser muy peligrosos para que pareciera que Kagome les temiera más que al mismísimo Naraku. Pero también había entendido que no era necesario interferir —no siempre—. Por eso esta vez no hizo tanto escándalo como siempre, la verdad es que esta vez se le veía un tanto más jodida y desanimada que otras veces.

Oye, ¿estás bien? —se asomó un poco para ver mejor su rostro, acercando el suyo demasiado, casi invadiéndola, al darse cuenta se sonrojó y se alejó unos cuantos metros luego de dar un salto hacia atrás. [...]
[...] Pedirle a InuYasha que no interfiriera desataba a menudo un gran estrés para ella y una gran sobrecarga de ansiedad para él.

Sólo esperaba que su confesión acerca de "no vencer" no torciera la comprensión acerca de "asuntos de la vida moderna" que intentaba transmitirle.

Creo que necesitaré más tiempo la próxima vez —dejó caer sobre la hierba su robusta mochila amarilla de siempre y, despreocupada de toda posible reacción, comenzó a hurgar en su interior, buscando algo con bastante insistencia—. ¿Crees que se pueda? —obtener el permiso de InuYasha se había vuelto un hábito al que se encontraba ya sujeta, incluso si realmente, al final, no prescindía de su aprobación para actuar.
Tomó su mano y, valiéndose de su ayuda, dejó el pozo atrás de un solo impulso.

Bueno, es que... —el eterno optimismo arraigado a su ser se vio momentáneamente opacado por un suspiro que dejó en evidencia toda su resignación. La razón de haber regresado antes del horario pautado no era otra sino—: no vencí —habían sido tres días de estudio intenso. Si omitía a consciencia todas aquellas largas horas en las que su mente no había hecho más que viajar a la era feudal sólo para preguntarse qué estarían haciendo sus amigos, había estudiado lo suficiente... O eso creía.

Otro pesado suspiro abandonó sus labios y se fundió con el aire vespertino; vaya desastre se había vuelto su vida escolar—. No puedo dejar que interfieras en un examen, eso sería hacer trampa —hace tiempo había desistido a la idea de hacerle entender que un examen no implicaba un riesgo para su vida. [...]
User1576008 · 26-30, M
El primer indicio de que la sacerdotisa estaba cerca era siempre una corazonada, después su aroma. La esperaba frente al pozo, sentado en cuclillas y con ambos brazos cruzados, no parpadeaba durante extensas jornadas de espera, como si con parpadear temiera de perderse algún evento grandioso.

Sus orejas reaccionaron al estímulo del aroma de la azabache, moviéndose un poco mientras se asomaba al fondo hasta que la vio aparecer.

Llegaste más temprano hoy —asintió sin rodeos a su pregunta: no iba a ocultar su razón de estar ahí. Llevaba días sin verla y la ansiedad lo carcomía al punto de no dejarlo dormir tranquilo, pero no admitiría tan fácilmente que la había extrañado. Terminó por reincorporarse y alargar una mano hacia ella para ayudarla a salir del pozo—. ¿No tuviste problemas para vencer al "examen"? Te dije que podía ir contigo, sabes que ya no me quito la gorra.
«¡Sōta, dile al abuelo que ni se le ocurra decir que he contraído un raro caso de Ictosis! ¡Ugh, en serio! ¡¿Hasta dónde piensa llegar?!» La corta risita y la posterior afirmación de su pequeño hermano fue lo último que sus sentidos lograron captar antes de que el resplandor envolvente del pozo borrara su presencia de aquella época; ojalá su abuelo hallara una excusa mejor para cubrir sus largas ausencias académicas...

El cantar de las aves siempre era la primer señal para saber que se hallaba en el Sengoku. El aire era más puro y el sol más resplandeciente. Sin embargo, al levantar su mirada al cielo, lo que halló al otro lado no fue azul, sino dorado: su mirada golpeó directamente contra los dorados ojos de InuYasha.

¿InuYasha? —su voz sonó, aunque dulce, ligeramente afectada por la confusión—¿Estabas esperándome?

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