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User1576008 · 26-30, M
Vaya mierda, ¿no? —gruñó con amargura. Su ceño se mantenía fruncido y sus espesas cejas más pronunciadas aún al observar a la sacerdotisa jugando con el demonio más pequeño.

Quizá fue su imaginación, pero captó a la exterminadora mirarle de soslayo y notó cómo la seriedad también se apoderaba de la castaña. Era como si ahora los tres estuvieran al tanto y guardaban silencio para no alarmar a la estudiante, aunque eventualmente se daría cuenta cuando sus orejas caninas fueran reemplazadas por unas humanas, y sus hebras plateadas se oscurecieran.

Suspiró como si el monje le hubiera contagiado. Sus ojos dorados se cerraron un momento, lo cual le daba una expresión más parsimoniosa, especialmente cuando asintió a sus palabras. Después de todo, sí era lo más inteligente y debía intentar confiar más. Aunque nada lo dejaría estar tranquilo durante esa noche, ni podría bajar la guardia.

De cualquier manera, prefiero quedarme afuera a vigilar.
 
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