Comprendió lo que decía, para Miroku era completamente normal las curiosas orejas que su amigo ostentaba — Así tuviese las características tuyas, eso no fue un impedimento para que la señorita Kagome le amara—

Emitió un prolongado suspiro, echando la cabeza hacia atrás. Miró al monje de reojo. Nunca se había sentido tan orgulloso en su vida, agradeció con un leve movimiento de cabeza.

— Y se ve perfectamente sana... y normal —con ello el monje bien sabría exactamente a qué se refería; especialmente lo decía por sus orejas caninas.

Le sorprendió.
Al siguiente segundo sus labios fueron surcados por una amplia sonrisa, le recordó la primera vez que vio a sus pequeñas.

— ¡Felicidades!, Todos estábamos esperando saberlo. InuYasha, serás un excelente padre—

—Es una niña.

Apoyó la espalda contra el tronco del árbol. Por primera vez en su vida, sentía que su sonrisa era tan amplia que le partiría la mandíbula.

Sabe que está bromeando, nunca pensó en tener una afable amistad con un Hanyōu.

— Hoy estás de buen humor, ¿Sucedió algo bueno con la señorita Kagome?—

— Sí, aprovecha mi buen humor. [?]

— Obviamente yo— (?)