Sokka siempre recuerda sus sueños luego de despertar, y esas visiones siempre son fuertes y tan emocionantes como ir sobre Appa en subidas y bajadas altas. Aquella noche no fue la excepción. El joven adulto despertó de golpe enmedio de la noche, y fue justo en ese momento cuando se levantó y abrió la ventana para mirar a la luna en lo alto del cielo estrellado. Las noches siempre velaban y consolaban los pensamientos de Sokka, eran pertinentes para todo eso que le pasaba por la cabeza.
La libertad había tomado forma de aire en corrientes de viento que les golpeaba la cara y acariciaba las sonrisas de ambos en su travesía de escape: sólo ellos dos, tomados de la mano y riendo en sus fuertes emociones.
Era perfecto, ella era única, pero... ya saben lo que dicen: nada dura para siempre, sobre todo las cosas buenas. En algún momento la luna y el pasado de Sokka se reflejaron en los perdidos ojos de Toph, como si aquel reflejo curara y redimiera el pasado del joven a través de los ojos de su nuevo amor... salvo que la mestra tierra se veía inquieta, como si vacilara a seguir escapando con él, como si hubiera algo pendiente que estaba dejando atrás, como si hubiera algo que la detuviera... algo más grande que su "amor" hacia Sokka.
A pesar de ser ya adultos veinteañeros, estar juntos en sus aventuras inundan cálidamente sus mejillas en un rubor inevitable. Esos deslices silenciosos, cuan fiebre adolescente llena de deseo y jadeos. Sokka había sostenido a Toph entre sus brazos en más de una ocasión, pero... por alguna razón, siempre debían ocultarlo. Sin embargo, su sueño fue la excepción: en él eran libres de empezar su historia.
