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31-35, M
Fʀᴏᴍ ᴀ ᴍɪssɪɴɢ ʜᴀɴᴅ ᴛᴏ ᴀ ʙʀᴏᴋᴇɴ ʜᴇᴀʀᴛ, ᴛʜᴇʀᴇ's ɴᴏᴛʜɪɴɢ I ᴄᴀɴ'ᴛ ғɪx!
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[code]Abrió aún más los ojos cuando el Mecánico inició su habladuría, estaba bastante sorprendida por la seguridad que todo ese ser -tanto con los ademanes como con las palabras- despilfarraba. Él parecía ese tipo de persona que fácilmente hacía que creyeran en todo lo que decía, incluso si venía con el cuento de que la luna era de queso; con esa idea en mente intentó mantenerse al margen lo más que pudo, sin embargo pronto se vio atraída por la segunda frase dicha por el hombre que lejos de ofenderla le elevó las esperanzas por los aires. Si lo que él decía era cierto entonces el asunto podía arreglarse más fácil de lo que se imaginó. Para rematar el ademán tan teatral con el que había colocado su taza le arrancó a la chica una risa breve que cuando se vió sumada a la sonrisa tan cálida del contrario cualquier duda quedó enterrada y ella le entregó parte de su confianza.

— Ah… Un precio… — Key no había pensado en aquello. El dinero no era ningún problema para su familia por lo que pagaría lo necesario así tuviera que deshacerse de alguno de los collares de oro que su padre le había dado, ó de todos. Si era una suma enorme al menos ella tendría ese par de días para reunir cada moneda o para retirar su herencia del banco; su abuelo le había dejado un montón de propiedades y dinero con la esperanza de ayudarla después del accidente.

Un par de días… la idea no dejaba de rondar su mente. El desgaste de dos años pudo haberse evitado con dos días… Ojalá hubiera conocido al Mecánico en ese entonces; aunque si su ex pareja siguiera con vida quizá la habría ayudado también, él era de esos que no se rendían hasta lograr su objetivo así que con él tenía la seguridad de que tarde o temprano lo lograría. En cuanto al hombre que le ofrecía su mano… bueno, no lo conocía de nada y a pesar de ello podía sentir en su pecho que él lo haría, una tranquilidad enorme la inundó de pies a cabeza, un sentimiento que desde hace años no venía de visita.
Lo miró una vez más antes de asentir y darle su mano para así cerrar el trato. — Si dices que puedes hacerlo en dos días entonces yo pagaré lo que necesites. Aunque… ¿de cuánto hablamos exactamente? — Cuestionó pues también necesitaba hacer sus planes. Su familia nunca dejaba que saliera sola después del accidente y no tenía a nadie en quien confiar dentro de la servidumbre, si salía por dinero o se dirigía a empeñar cosas le iban a cuestionar sus motivos así que lo mejor era pensar en alguno que sonara real y, claro, no tuviera que ver con él. — No es que no pueda pagarlo. — Mencionó por si las dudas, no quería que él creyera que no tenía los recursos suficientes y se echara para atrás en el trato.

De pronto una idea vino a su mente, anteriormente había oído como él hablaba de los “milagros” que hacía. Por algo era tan conocido en todo el pueblo. El problema radicaba en que si mencionaba como una joven en silla de ruedas había ido a pedirle ayuda seguramente el pueblo entero sabría que se trataba de ella y por consiguiente el chisme no tardaría en esparcirse hasta llegar a sus padres. — Ah… quisiera pedirle una cosa más… — Sin soltar la mano ajena subió su izquierda hasta esta y la tomó también, así la mano del Mecánico quedó abrazada entre las de ella. Lo miró a los ojos de nuevo y mencionó: — Por favor, ¿podría quedar todo esto en secreto? Solamente le pido discreción, que nadie sepa que vine… ¿sí? — Su voz denotaba cierto tono de súplica y es que temía que le impidieran volver por su encargo y quedar postrada en esa silla por siempre. Tan cerca y tan lejos de la meta. [/code]
Agradezco me aceptara; espero podamos iniciar con una agradable convivencia. En cuanto pueda le mandare inicio. . . soy pésima en eso ;w;! pero lo intentare!. . ᕦ(ò_óˇ)ᕤ
[code] Su vista esmeralda se clavó en el aparato que él comenzó a manipular tan pronto como terminó de limpiarse los dedos, hubiera deseado en ese momento poder haberse levantado para visualizar mejor la forma en la que la pequeña máquina trabajaba. Key tenía unos grandes ojos que veían con curiosidad todo lo que habitaba a su alrededor desde que era tan solo una niña, siempre había sido de esas que preguntaban por todo, el tipo de hoja que volvía locos a sus padres quienes siempre trataban de darle respuestas congruentes y rápidas; básicamente esa era la razón por la cual al estar ahí dentro tenía la sensación de encontrarse en el mismo país de las maravillas.

El Mecánico no era la primer persona que ella veía en un ambiente como ese, en realidad se había criado junto a otro muchacho de la alta sociedad que solía tener un gusto secreto por la mecánica de las cosas, por desarmar y volver a armar aparatos domésticos, por querer crear nuevos instrumentos. De nuevo la nostalgia se estaba apoderando de su ser cuando él interrumpió para ofrecerle una bebida caliente, un té. — Claro, gracias… — Tomó la taza que inmediatamente calentó su fría mano a través del guante de tela que portaba. Había olvidado el frío que hacía afuera así que encontró reconfortante la bebida a pesar del sabor extraño que notó al darle un sorbo, tal como él dijo era un poco fuerte. Ella estaba acostumbrada a cosas más dulces después de todo.

Sonrió con ternura, como si mirara a un niño orgulloso de haber sido el primero en terminar una carrera, ante el recitar del eslogan ya tan conocido por el pueblo. No había duda de que escucharlo salir de los labios del mismo hombre maravilla le provocaba emoción, como si sus dudas se disiparan y de pronto quisiera creer en él al cien por ciento; sin embargo un pequeño golpe a la realidad la invadió de pronto volviendo a traerle la reticencia que le habían dado todos los fallos anteriores. Tragó saliva antes de volver a tomar otro trago del té al que ya empezaba a tomarle más gusto.

Bajó de inmediato la taza, ¡pero que tonta!, las prisas la habían dominado y había cometido una falta básica en las reglas de cortesía. Observó al hombre cumplir con la etiqueta y permitió que tomara su mano y la llevará a sus labios, estaba acostumbrada a ese tipo de ademanes al ser saludada por los amigos del trabajo de su padre pero que lo hiciera un joven tan interesante como misterioso y además ciertamente atractivo provocó que el calor ya provocado por el hervor del té terminara por subir a sus mejillas sonrojándose un poco. — Lamento haber sido descortés, de nuevo. Mi nombre es Key y mi apellido… es Bouchard. — Mintió, la verdad es que no quería que él negara su ayuda si sabía que era la hija de uno de los hombres que más lo odiaban en el pueblo. Se dijo a sí misma que no habría problema porque no lo volvería a ver de todos modos si es que fallaba. Retiró suavemente su mano del agarre y la colocó de nuevo sobre sus piernas antes de proseguir. — Tuve un accidente hace un par de años y me dejó así… — Se mordió el inferior un segundo de nuevo dudando si debía o no decirlo pero tras ver una vez más los ojos del hombre se decidió a aventurarse, a creer en él. — Quisiera volver a caminar, la verdad es que no es solo el hecho de extrañar moverme; estar postrada aquí me significa un recordatorio de un momento muy doloroso que quiero superar… — Una mueca nostálgica se apoderó de su rostro antes de añadir por fin: — ¿Usted podría repararme?[/code]
[code]Sus ojos se abrieron aún más por la sorpresa en cuanto la puerta se abrió, parecía que el destino estuviera obligándola a dar el paso -en falta de una mejor expresión- que seguramente ella no hubiera dado pues para ese momento ambas manos permanecían en las llantas de su silla, listas para guiarla de vuelta a casa.

El hombre que la recibió no tenía comparación alguna en todo el pueblo, parecía sacado de un cuento de hadas y no por las ropas que vestía, que no distaban mucho de las de otros hombres, sino por lo que transmitía al hablar y en cada movimiento que hacía. Key parpadeó dos veces seguidas asegurándose de que no estaba siendo engañada por su vista ni era un sueño pues había imaginado que el señor que su padre odiaba era mucho mayor; se quedó unos instantes incómodos en silencio envuelta en sus cavilaciones antes de que notara por fin que la estaba dejando entrar. Ni siquiera recordaba el saludo que le había dado.

— ¡Ah! D-disculpe… — Se excusó y tras un largo suspiro impulsó ambas ruedas hasta que la silla entró por completo al lugar que era por demás extraño. Mientras avanzaba más se asombraba de lo que había alrededor, algunos artefactos los reconocía pero otros jamás habían sido ni siquiera imaginados por ella. El olor del lugar le recordó a una persona en particular de su pasado, el corazón se le estrujó con tal pensamiento por lo que tras negar levemente con la cabeza se dispuso a dar la vuelta a la silla y encarar al hombre que había ido a buscar. — Lamento si interrumpí algo, señor y buenas noches.— Inicio, dándose cuenta de su falta de respeto al no saludar antes de entrar. — Yo… quisiera saber… — Mordió su inferior dubitativa, ¿y si no podía ayudarla? Desde que se había esparcido el rumor de la llegada de aquél hombre -“El Mecánico” como solían llamarle- y su profesión la esperanza en Key resurgió de las cenizas como si fuese un ave fénix, pues todo se había intentado y ningún médico o brujo había podido ayudarla. Si él le decía que no podía hacerla caminar de nuevo, bueno, la joven no soportaría otro golpe tan duro a una realidad que no quería vivir.

— ¿Usted arregla todo, cierto? Perdone si estoy siendo grosera y recalco lo obvio pues en y el pueblo se dice que es así pero… quiero asegurarme… — Se tomó ambas manos y las descansó sobre sus piernas aferrándose en secreto a la tela de la falda pues su nerviosismo estaba a tope en ese preciso instante, tanto que la educación que poseía no la había apremiado a pensar siquiera en que no se había presentado. [/code]
[code] — Por favor, déjenme ir a verlo…
— ¡Por supuesto que no, Key! No sabemos qué tipo de métodos emplea ese… ¡ese extranjero!
— Pero puede funcionar para mi…
— De eso nunca, no irás a pedirle ayuda a un hombre que de seguro emplea magia para sus encargos.


Y tras un portazo la conversación pareció llegar a su fin.

Key era una joven alegre y vivaz antes del accidente, todos en el pueblo la llamaban “princesa" por su apariencia similar a la de una muñeca y el apellido que portaba, siendo así admirada y respetada por las personas que habitaban Geartown y si a eso se le sumaba su naturaleza buena y amable se era más fácil comprender el motivo del cariño que los habitantes le profesaban, además del por qué les extrañaba tanto en lo que la joven se había convertido tras aquél fatídico día.

Perder la movilidad en las piernas podía quebrar el espíritu de cualquier persona y más el de una chica quien lo que más disfrutaba era mantenerse siempre en constante movimiento. El encierro, la culpa y sus padres fueron los tres clavos restantes que se necesitaron para cerrar el ataúd de su alegría que fue sepultada en lo más hondo de su ser, tornándose así una persona más callada y reservada.

Ya había escapado antes de la mansión a altas horas de la noche pero no lo había vuelto a hacer desde que estaba postrada en una silla de ruedas. Rogó a su Dios que no se escuchará el rechinar de las llantas mientras comenzaba a acercarse a la puerta; tenía una silla de ruedas de la mejor calidad pero ella le daba tanto uso rudo que siempre le fallaba una que otra cosita o, como ese día, le rechinaba alguna llanta. Para su suerte pudo esquivar a la servidumbre y hacerse de la puerta trasera para salir, la noche era fría y ella únicamente llevaba un vestido café que no fungía como prenda para conservar el calor; con la mirada plantada en el asfalto avanzó hasta el centro del Pueblo y después hasta donde su sirvienta le había dicho que el Mecánico podía estar, esperaba que este no hubiera cerrado o hubiera decidido irse antes de tiempo. Con su mala suerte una de ambas opciones siempre podía ser real.

Llegó así hasta lo que le pareció una casa extraña, totalmente distinta a las demás. Ni siquiera sabía si era una casa o qué, nunca había visto algo igual. Sus ojos verdes se clavaron en la puerta y dubitativa alzó la mano pensando en tocar pero no se atrevió. ¿Y si sus padres la encontraban? La encerrarían de por vida, estaban muy recelosos de lo que el hombre extraño hacía sobre todo porque al reparar cosas perjudicaba un poco el negocio familiar que era vender ciertos artefactos eléctricos al por mayor, si se rompían más se vendían pero si se arreglaban… bueno. Se mordió el inferior sin atreverse todavía. [/code]
//le debía un ST//

—¡Estoy harta! ¡Ya no sirve! ¡Este maldito rifle ya no funciona!

Alzaba la voz seriamente molesta mientras arrojaba el arma en la mesa de aquella taberna y se dejaba caer sobre una silla. Pocos eran los modales que le quedaban, quizás un par de años atrás ella se habría horrorizado de su comportamiento, pero una década había bastado para que perdiera el interés en el "Que dirán", de igual manera habia aprendido por las malas que tener el porte de una dama solía llamar mucho la atención, en especial de los hombres borrachos y si bien su fuerza vampírica le permitía defenderse de manera más que formidable, no estaba de humor para lidiar con ellos.

— Traigame lo mejor que tenga...

Diría la mujer de cabellos azabaches a la mesera que se hallaba ahora frente a su mesa. Se limitó a arquear su ceja como interrogando a la mesera acerca del porque no se iba, la mirada de la joven mujer se posó en su arma. El rifle... Puso sus ojos en blanco, al server esa era la incomodidad, bajo el arma de la mesa y se enderezó mientras esbozaba una sonrisa con tintes maliciosos.

—No es como si se fuera a disparar, está descompuesta...

Aún así frente a la mirada inquisitora de la mujer retiro la bala del arma y la recargo contra la pared a su espalda.

— ¿Mejor?

La mujer titubeo pero al final termino por irse, la simple presencia de la vampiro solía alejar a los mortales, aquella mujer había sido realmente osada al desafiar sus instintos de supervivencia. Aún con esa presencia que hacia correr a cualquiera ella seguía atrayendo a cualquiera, fuese hombre o mujer, había algo en su sonrisa carmín, en su piel pálida y sin color, en esa mirada sarcástica, era algo más que su bello y perfilado rostro, eran también esas curvas marcadas de su cintura y sus caderas, su busto bien proporcionado y el porte que tenía a pesar de que trataba de aparentar ser una persona cualquiera.

No sabía que iba a hacer ahora, había perdido la oportunidad de un disparo perfecto por culpa de aquella inservible arma, tan solo había delatado su posición y lo único que había ganado tras aquel intento de asesinato era una bala en su antebrazo derecho, no entendía que afán por dispararle ahí, ya se había hecho costumbre, la primera vez había perdido el brazo completo, ahora ya solo era un prótesis. Levantó su manga y vio el agujero, aún servía pero necesitaría repararla. En Alemania ella sabría a dónde y con quién recurrir para solucionarlo, ¿Pero aquí? Llevaba tan solo unos días en esta ciudad. Su mirada se perdió en el infinito, o quizás bajo la falda de la mesera....
SW-User
— He aprendido de libros. . ¿Cómo. .cómo es que me puede ver? — Enarcó una ceja. Esto es nuevo para ella.
SW-User
— Pues. . .Supongo que sí, sé de eso. — Está atónita porque. . la pueden ver [?]