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Yᴏᴜ ᴅᴏɴ'ᴛ ᴄᴀʀᴇ, ʙɪᴛᴄʜ.
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JB1535635 · F
Jenna devolvió su mirada hacia el horizonte mientras que Sokar mitigaba una parte de sus dudas. Odió que incluso la idea cruzara por su mente, pero, ¿cómo es que la Asociación Alois no había dado con él antes? ¿Cómo se había mantenido a salvo de las garras de Zhar Lou? ¿Cómo? Quizás si quisiera conservar las raíces de su origen, y de los suyos en general, ese era el momento donde se sorprendía y se ofendía, exclamando que cosas así no existían. Quizás ese era el momento en que colocaba los ojos en blanco, susurraba un "lunático" y desaparecía en otro portal para que así el chico del catálogo no la volviese a ver nunca más. O así es como Emilia le había enseñado hasta el cansancio: esconder como fuera de lugar los orígenes de los eternos. Sin embargo... — Moriría por ver la colección de antigüedades que debes tener escondida. Las cosas que has de haber reunido durante tu infinita estadía. — Jenna estaba repleta de defectos. Y uno de los más predominantes era el egoísmo. Estaba más interesada en saber lo que él ocultaba y si para ello tendría que revelar quién era realmente, lo haría. Por algo cada uno de los eternos continuaban existiendo: pecadores sin remedio.

¿Te arrepientes? — Su mirada ahora en su perfil era fija. Su voz, casi un susurro. Por un instante sintió amargura casi imaginándose que él afirmaba haber caído ante sus deseos. Por ese instante se vio a sí misma en él e imaginar que alguien confirmaba algo tan estúpido la enervaba. Cansada de su propio hilo de pensamientos, soltó un suspiro y regresó la mirada al horizonte. — Jamás entenderé a las personas que cometen errores e intentan remediarlo al instante. Es como si tuvieran miedo de quemarse, ignorando el hecho de que el calor en la punta de sus dedos fue una sensación increíble. — Caín no dudó después del primer golpe a Abel. La sensación fue instantánea, reconfortante. Continuó golpeándolo, reduciendo cualquier pensamiento de angustia a la nada. Fue el primer pecador, el primero que dejó que sus manos se quemaran al jugar con fuego.

Jenna, siendo la chiquilla rulosa que veía casi todo como un juego, devolvió su mirada a él y con una pequeña sonrisa de lado, aclaró. — No es como si los años te hubiesen tratado mal. Si me detengo por un segundo a imaginarlo, un par de alas blancas en tu espalda serían un interesante toque, pero, el negro te sirve bien. Cualquiera te mirara ahora, no pensaría que eres una reliquia viviente. — Hundió sus dedos en sus rizos y ¿acomodó? su cabello solo para dejar que estos rebotaran un poco más en todas las direcciones. Las luces tenues de los faroles en el Puente de Carlos comenzaron a alumbrar el camino de todo turista y de la reliquia viviente junto a la menuda muchacha.
 
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