Te quiero, Úrsula. —Solo en un momento muy específico se lo había dicho, y ahora confesarlo en la tranquilidad de sus afectos le resultaba reconfortante. De hecho, la rodeó por la cintura en un abrazo más fuerte y empezó a repletar su mejilla de besos juguetones, incluso tronados.— Mía, mía, mía.

— También me haces feliz y muchísimo. — Hizo ese abrazo más cálido colocándose sobre las puntas de sus pies deslizando las manos hacia la nuca masculina, sonriendo a todo momento. — Te quiero, Xion.

—Ya la hamburguesa había pasado a segundo plano y lo que verdaderamente sabía rico para él, era ese mote. Tal como habían acordado en algún momento, iban lento, así que significaba mucho para él que empezara a ponerle motes de ese tipo. Correspondió el abrazo, todavía con esa sonrisa de hechizado.— No sabes lo feliz que me haces.

Esa barba parecía tener vida propia a veces porque se traga todo desde migas hasta pequeños envoltorios de dulces o otras cosas. Se percató lo que dijo y en su vientre nace un fuerte cosquilleo, era la primera vez que lo decía así tan natural. Rodeo la anatomía del duque y nuevamente lo dijo en susurro. — Cariño.

—Sonrió atontado por la manera en que ella lo miraba, se sentía tan querido que casi suspiró, si no fuera porque tenía la boca llena de comida. Dejó que sacudiera su barba y en cuanto aquel mote salió tan espontáneo, se aguantó de dar un salto. Tragó su bocado y luego la abrazó, buscando un espacio entre su cuello y su hombro.— Dilo de nuevo, suena bonito en tu voz.

Ver la forma y el entusiasmo que expresa al comer la hamburguesa que preparó hizo que se sintiera orgullosa de si misma. Se veía tan tierno comiendo de esa manera que le hizo reír enternecida. Estiró su diestra para remover esas migajas en la barba. — Lo notó, cariño. — Por primera vez usó esa palabra.

—Esa sonrisa podía valer todo el mundo para él, se veía tan tierna a veces y tan endemoniadamente sensual. Le pegó una enorme mordida a la hamburguesa y empezó a hacer ruidos y caras de felicidad al masticar.— Esh riquishima. —Habló con la boca llena.—

— De a poco voy aprendiendo aunque las casas de comida me deben extrañar. — Se rió por lo bajo pero se sorprende cuando le deja un beso en el pecho. Escalofríos, cosquillas y un montón de cosas bonitas recorrieron todo su cuerpo hasta dejar plasmado en su boca una enorme sonrisa.— Podemos hacerlo juntos, a las hamburguesas claro.

Caseras, como me gustan tanto. —Sin pena alguna, se agachó para tomar una hamburguesa y de paso, dejar un beso suave en su pecho.— A la próxima, las hago yo.

— Agarra las que quieras, son rústicas y las hice yo. — Y no miente porque tiene olor a frutas.