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Él no le dijo la hora. Tampoco que harían, o que debía vestir. Probablemente alguna chica se volvería loca al carecer de esos datos, pero ella tan sólo lo aceptó: Eso iba a ser normal con él. ¿Iba a ser capaz de aceptar ese reto?
Comenzada la tarde fue, se adueñó de una banca y llevó su libro en turno tan solo envuelta en cómodos jeans, una camiseta y tenis. Todo dependería de esa especie de cita, si sería capaz de conocer a un hombre tan complicado como él... Y en que forma quería conocerlo.
Solo sabía que su corazón palpitaba ansioso esperando a que él aparecíera. Llegó un momento en
 
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— ¡Espera!— Silenció depronto, se había apresurado a detenerla — No es necesario que pagues... Yo— en ese momento el taquillero saludó muy familiarmente al Kujo, Jōtarō solo sacó de su billetera un carnet con el logo de Speedwagon en letras doradas y se le entregó al sujeto — Prácticamente... Entro gratis aquí— Necesitaba su gorro para ocultar el breve sonrojo que le causó eso, no era muy expresivo o contador de sus cosas personales y ahora le estaba enseñando esa parte a la chica.
 
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