La soledad e intimidad era el detonante para que Jotaro se soltará más de lo normal, solo ella era la dueña de sus abrazos, besos y caricias, no era muy hablador, no era de halagos o palabras dulces pero si de miradas tranquilas. Corto el beso para mantenerla elevada en contra de su cuerpo.
Estaban solos, así que podía perder la compostura. Rodeó su cintura con las piernas para permanecer en su sitio, y continuó el beso. A veces solía hacerlo cuando Jolyne no podía verlos, o la llenaría de quejas por comportarse como una adolescente.
Sus fuertes manos, tan grandes a diferencia de las pequeñas manos de su mujer se afianzaron en su delgada cintura para elevarla del suelo, acercar ambos rostros y juntar sus labios sobre los de ella. Todas esas acciones en cadena y en silencio, con un gesto más suavizado de lo normal.
Lo que él expresó en risa ella lo absorbió en una inmensa sonrisa. Era afortunada, podía ver ese lado relajado de su esposo, algo poco común en él. En agradecimiento por ese regalo se puso de puntitas e intentó alcanzarlo para besar su mejilla, pero joder... Era tan alto. — Ayúdame.
