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UmbraEterna · M
No podía negarlo, estar allí le agradaba en demasía, regocijado pues como niño que explora el mundo y todo parece ser tan grande y único; todo parece ser una aventura escandalosa y épica. No, no podía negarlo, estar allí en aquel café parisino le encantaba, a las afueras, en la pequeña mesita de siempre con parasol carmín al lado de unas rosas blancas frescas sembradas recientemente y un vaso de su whisky predilecto.
No podía explicarlo, a su ominosa esencia cósmica le gustaba estar entre lo creado, el alimento de los Exteriores, y estos humanos, atraídos por su perfume dulce y suculento que generaba un retrogusto a miel, petricor y rosas llenaban el local de la bella Lola que ya sospechaba (puesto que tonta no era) de la sobrenaturalidad de su comensal elegante de cabellos plateados.
No podía explicarlo, a su ominosa esencia cósmica le gustaba estar entre lo creado, el alimento de los Exteriores, y estos humanos, atraídos por su perfume dulce y suculento que generaba un retrogusto a miel, petricor y rosas llenaban el local de la bella Lola que ya sospechaba (puesto que tonta no era) de la sobrenaturalidad de su comensal elegante de cabellos plateados.
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