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[Rol Libre] [Dimensión 107 – Tierra 4 (Tierra)] [Paris - Francia] [Loc: Café Il Gatto Rosso]
 
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(...) ajeno a esa dimensión.


Abrió el compartimento, sacó un cigarrillo negro y lo prendió dejando los artilugios lujosos sobre la mesa al lado del vaso vacío.
Su reacción le hizo aún más gracia. Sin embargo, lo disimuló sagazmente. - ¿Liv?, exótico. Me gusta. Parece el nombre clave de un espía. - El apretón de manos le llamó la atención porque distaba mucho de la suavidad de una fémina ordinaria. Ante el reclamo de la mujer desvió su mirada hacia Lola y con un guiño ella se acercó.

Lola: - ¿Se te ofrece algo Marcus? - Su voz era cálida y matizada por el acento francés pintoresco de la región.

- Por favor tráeme otro “Jacky” y a la señorita… - Le dejó espacio para que ella pidiese lo que gustara, mientras tanto él, del interior de su saco con la diestra, tomó su cigarrera y el zipo de plata pura, ambos marcados en bajo relieve con el símbolo de la serpiente alada iracunda, enrollada en el filo de una daga clavada en tierra, un blasón antiguo de un reino (...)
L1580922 · 18-21, F
—¡...!— Su expresión lo dijo todo, los ojos casi asesinos y una mueca que no entendía por qué fue así con ella. Se habría reído en otras circunstancias, pero se limitó a negar y suspirar aliviada. Tras estas acciones y habiendo bajado el bolso, pudo por fin verlo de una manera más relajada. —Que broma tan pesada y apenas lo he visto, no me imagino mi suerte a futuro.

Como si le hubiera dicho un trabalenguas, la albina abrió los ojos en sorpresa; su mente trató de procesar la información sin llegar a tener éxito, solo un nombre se quedó y sería más que suficiente.

—Marcus, puedes decirme Liv.— no era que su presentación fuera corta, pero ese era su único nombre y la realidad es que ni si quiera era un nombre. Extendió la mano para estrecharla, no tenía modales aparentes, por lo que su apretón fue tan duro como el de un hombre. —Un... ¿Gusto? Lo sería si me invita un trago.
- Jajajajá. – Rió divertido el malévolo, volvió a su espaldar y la miró con el vaso de cristal rosando sus labios. – Es broma, bella mujer, han pasado de largo y ni la vieron. – Efectivamente dos hombres del cuerpo de policía de la ciudad, ofuscados, habían pasado de largo corriendo y voltearon a la derecha en la esquina que dirige hacia la gran avenida, y él, bebió su whisky.

- Así que no conoce a nadie. – Dejó el contenedor sobre la mesa. – Cambiemos eso. Un gusto, me llamo Marcus D’ Furvus Rosae. – Extendió su diestra hacia ella.
L1580922 · 18-21, F
—¡Ay no!— No puso gran atención al locutor, pero si a su mensaje. Mismo que la dejo en alerta máxima y que la llevo a tomar el bolso que llevaba para tratar de ocultarse con este; como si subir un bolso a la altura del rostro no llamara la atención.

Solo entonces viaria la mirada a sus costados, tratando de buscar a quienes la perseguían y solo encontrando refugio sobre los orbes dorados del contrario. Quizá con esto lograría "arrastrarlo" con ella para recibir la mínima ayuda.

—¿Donde? ¿Quiénes? Aquí no conozco a nadie... Ni las estructuras de las prisiones.— eran comentarios casi al azar, pero es que en casa ya tenía contactos y sabía como escapar de las celdas, no era para nada inocente como aparentaba.
Sus orbes doradas, esas tan profundas y misteriosas que esconden los secretos infinitos del cosmos en el interior de sus ominosas pupilas negras, siguieron los movimientos de la mujer con suma curiosidad. Era sagaz, analítico y sobre todo sabía leer los cuerpos con suma facilidad y por esto llegó a ciertas conjeturas que fueron corroboradas (parcialmente) tras el comentario de la joven. Sonrió galante, algo que iluminó su rostro blanco europeo entre los treinta y tantos de sombra de barba pulcramente perfilada y del mismo color plateado que sus cabellos cortos.

- Cuidado, creo que la han visto. – Mintió bromista entre un susurró cómplice acercando un poco su rostro y cuerpo al de ella sobre la mesita para que le escuchara.
L1580922 · 18-21, F
Entre respiro agitados logró ocultar sus orejas y cola, parecía una chica normal, y con la ropa que traía gracias al infortunio de la maleta, no levantaba sospechas.

—Lo logre...— victoreo aun viendo si alguien la había seguido hasta el sitio.

L1580922 · 18-21, F
Ya había tenido un viaje terrible hasta el momento, llegar a París había sido toda una proesa digna de las tragicomedias más elaboradas. El clímax radico en perder su maleta, con su dinero y credenciales. La maleta que había quedado en sus manos tenía apenas lo suficiente para volver a casa, pero ella quería sus vacaciones y no se dejaría vencer por París tan fácilmente.

Ya tenía mañanas aprendidas en las calles de Dublin, y siendo ella un ser cambiante, serían sus orejas y cola el disfraz perfecto para robar a unos cuantos transeúntes; les quito cuanto pudo y salió huyendo, lo que la llevó a llegar corriendo al café Il Gato Rosso, sentándose justo donde Umbra estaba sentado, claro que no lo noto, solo buscaba ocultarse.
No podía negarlo, estar allí le agradaba en demasía, regocijado pues como niño que explora el mundo y todo parece ser tan grande y único; todo parece ser una aventura escandalosa y épica. No, no podía negarlo, estar allí en aquel café parisino le encantaba, a las afueras, en la pequeña mesita de siempre con parasol carmín al lado de unas rosas blancas frescas sembradas recientemente y un vaso de su whisky predilecto.

No podía explicarlo, a su ominosa esencia cósmica le gustaba estar entre lo creado, el alimento de los Exteriores, y estos humanos, atraídos por su perfume dulce y suculento que generaba un retrogusto a miel, petricor y rosas llenaban el local de la bella Lola que ya sospechaba (puesto que tonta no era) de la sobrenaturalidad de su comensal elegante de cabellos plateados.

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