— ¿Sangrar por una gripe? — Le sonó extraño. Intentó hacer memoria lo más que pudo, pero no, no consiguió recordar una sola vez que una gripe le llegara tan lejos. Quizá debilidad, uno que otro dolor, congestión. En definitiva, la explicación que le acababan de dar no le convencía para nada. Pero el gesto realizado por la chica le sacó de sus pensamientos. — Sospecho que me ocultas algo, pero está bien. No indagaré más.
— Ya te lo dije, nada grave. ¿Es que al caballero por excelencia nunca le ha sangrado la nariz por una gripe? — Sonrió con levedad, pero apenas pudiendo mirarlo. — No te preocupes tanto, relajate... Esta es oportunidad para estar tranquilos. Ser un poco menos bestia. — Se atrevió a alzar la mano libre y tomar su mentón.
— Si se mancha simplemente lo puedo lavar. Hum. — Elevó una ceja al ver el rostro de la chica. No parecía lastimada. Y aquella herida en el labio, si es que lo era, no parecía ser suficiente como para haber manchado el pañuelo como lo estaba. Confundido, se cruzó de brazos y le miró a los ojos. — ¿Qué está pasando?
— No tienes por qué preocuparte de una herida tan pequeña... — Hizo un ademán de apartarse, pero acabó con el rostro descubierto ante él. No tenía marca alguna más que una mancha muy leve en el labio inferior. — Además, no querrás manchar tu traje con sangre... Todavía. — Mientras sostenía el pañuelo en su mano, tratando de ocultarlo.
— Hum... No te ves precisamente bien. Veo que hay sangre. ¿Te lastimaste entrenando? — Insistió, y con su mano busco apoderarse de aquel pañuelo manchado.
— Estoy bien.— Contestó con voz calma, pausada, mientras limpiaba su rostro y evitaba volver a mirarlo, por seguridad. —Solamente es una congestión... — Pero tenía el pañuelo lleno de sangre, algo que intentaba disimular sin éxito. — Te ves bien.
— ¿Hm? — Se acercó hasta la pelirroja, consternado por su extraña actitud. A una corta distancia de ella se detuvo y colocó su mano derecha sobre uno de los hombros de ella. — ¿Te encuentras bien?
