26-30, M
Fear doesn't shut you down. It wakes you up.
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SabrielWolrick · 31-35, F
Estaba ya en la cabina, muy cerca de el, cuando vio como empezó a correr. Hematoma frunció el ceño ante esto y, con paso presuroso, comenzó a trotar detrás fe el. Sabía ella que era imprescindible no hacer ningún ruido o lo alertaría, y agradecía en ese momento su peso y talla ventajosa para ser silenciosa aún cuando sus pies golpeaban el piso constantemente. También le agradecía a su hermano las carreras que hacían desde pequeños: la pelirroja era rápida.
Siguió corriendo y pisó el talón del muchacho con una gran zancada, antes de mantener el equilibrio, hacer que se voltease y sacar el arma de detrás de su bolsillo y apuntarle con ella. Irónico que un cordial portase un objeto de ese tipo perteneciendo a la facción en que vive. Respiró profundamente, con los ambos ojos abiertos y su respiración ligeramente descontrolada sin dejar de apuntar al muchacho. La oscuridad cubría su rostro, así que no pudo identificarle, el de ella también estaba cubierto, por la gorra y por la cazadora. —Hey, necesito que te descubras el rostro y te identifiques.—, habló con firmeza, sin descubrirse ella misma. —¿qué hace alguien de Osadía aquí, en este tiempo?—, preguntó una vez más, al no tener respuesta. Pensó que sólo los líderes conocían los códigos y que seguramente estaba cometiendo una estupidez, pero también sabía que, por regla, debían de saber con exactitud quien traspasaba los límites de las fronteras para no tener disturbios. Así qué, por segunda vez en el día, Samantha mandó todo a volar y rompió las reglas.
Siguió corriendo y pisó el talón del muchacho con una gran zancada, antes de mantener el equilibrio, hacer que se voltease y sacar el arma de detrás de su bolsillo y apuntarle con ella. Irónico que un cordial portase un objeto de ese tipo perteneciendo a la facción en que vive. Respiró profundamente, con los ambos ojos abiertos y su respiración ligeramente descontrolada sin dejar de apuntar al muchacho. La oscuridad cubría su rostro, así que no pudo identificarle, el de ella también estaba cubierto, por la gorra y por la cazadora. —Hey, necesito que te descubras el rostro y te identifiques.—, habló con firmeza, sin descubrirse ella misma. —¿qué hace alguien de Osadía aquí, en este tiempo?—, preguntó una vez más, al no tener respuesta. Pensó que sólo los líderes conocían los códigos y que seguramente estaba cometiendo una estupidez, pero también sabía que, por regla, debían de saber con exactitud quien traspasaba los límites de las fronteras para no tener disturbios. Así qué, por segunda vez en el día, Samantha mandó todo a volar y rompió las reglas.