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AemondTargaryen · 31-35
El gusto de su esposa por los libros se contagió en él. Algunas veces se le unía, otras se daba vueltas a la biblioteca en busca de más ejemplares para ella.
Venía llegando con una pila de libros cuando notó una acumulación acuosa frente a ella. Los libros se le cayeron al suelo, uno de ellos le aplastó el pie.
— ¡Ouch! — Se quejó. Pero era más importante traer al Maestre de inmediato. Apoyar el pie le molestaba, pero se las arregló para brincar en uno hacia el pasillo, la distancia suficiente para gritar:
— ¡LA REINA ESTÁ EN LABOR! — Y con eso se desató el infierno. La gente dejó todo lo que hacía y corrió por todas partes. Joder, alguien se puso incluso a sonar una campana en lo alto. Regresó junto a Jana, se sentó a su lado y le tomó la mano mientras la avalancha de enfermeras se peleaban por entrar primero a la habitación.
Venía llegando con una pila de libros cuando notó una acumulación acuosa frente a ella. Los libros se le cayeron al suelo, uno de ellos le aplastó el pie.
— ¡Ouch! — Se quejó. Pero era más importante traer al Maestre de inmediato. Apoyar el pie le molestaba, pero se las arregló para brincar en uno hacia el pasillo, la distancia suficiente para gritar:
— ¡LA REINA ESTÁ EN LABOR! — Y con eso se desató el infierno. La gente dejó todo lo que hacía y corrió por todas partes. Joder, alguien se puso incluso a sonar una campana en lo alto. Regresó junto a Jana, se sentó a su lado y le tomó la mano mientras la avalancha de enfermeras se peleaban por entrar primero a la habitación.
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