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Desde fuera era sólo un árbol más del montón, pero cruzando la corteza ilusoria se encontraba una bella entrada dominada por madreselvas trepadoras. La puerta era una línea de sal coyibia, los bienvenidos podían cruzarla. Era cuestión de paciencia encender todas las lámparas principales de dentro, el lugar siempre quedaba bien iluminado dejando a la vista el orden que imponía Janâ en su hogar.
 
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Thelilacwitch · 22-25
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Debido a esa imagen instrumentada en melodiosas pieles y voces logró posarse sobre el límite, quedarse allí resistiendo y caer al florecido campo de la complacencia; Janâ no era ya dueña de su cuerpo en ese punto. Sus miembros obedecen a los impulsos y termina aferrada a su hombre.
 
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