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Desde fuera era sólo un árbol más del montón, pero cruzando la corteza ilusoria se encontraba una bella entrada dominada por madreselvas trepadoras. La puerta era una línea de sal coyibia, los bienvenidos podían cruzarla. Era cuestión de paciencia encender todas las lámparas principales de dentro, el lugar siempre quedaba bien iluminado dejando a la vista el orden que imponía Janâ en su hogar.
 
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Thelilacwitch · 22-25
Lo veía como un buen amante, siendo o no esa la intención de él, a la bruja la excitaba su confianza, impulsada por factores laterales como su seducción y el deseo sexual. Tenía gran valentía al no retroceder ante tal mujer; ella se lo comía con la mirada, con su intimidad y con la boca.

Ese cuello era apetecible por donde fuese visto, los dientes de Janâ se posaban con fuerza cada vez que se tensaban los músculos que lo conformaban. Aemond tenía ese efecto.

Tragó saliva, igual no paró de gimotearle al oído cada vez que lo sentía más vigoroso dentro de ella, ¿quería romperla? Que lo hiciera, no temía a la destrucción de su cuerpo, repleto de estímulos, si de ese modo la trascendía al paraíso. No se quedó quieta, sus caderas lo buscaban con el mismo empeño.

Con las manos trazó en su tonificada espalda remolinos sin forma con la ternura de sus dedos hasta tornarse impetuosa. Fue como una bofetada en las dos mejillas observarse, que él observara... que juntos lo hicieran.
 
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