Asintió. Por esta vez le daría la razón. A diferencia de su agilidad y velocidad para atacar a enemigos más pequeños y rápidos, Lappland era capaz de arrasar por si misma a los que pudieran escapar de su espada, no tenía objeción alguna al respecto. Pensaba un poco en su próxima estrategia, más el sonido de la cola de la lupus golpeando contra el suelo la devolvió a la realidad, le provocó una pequeña sonrisa, y sin disimular la miró. —¿Estás contenta?— Una pequeña burla, una broma que quizás provocaría a la albina, más de inmediato aquélla expresión desapareció del rostro de Texas. —¿No te causa nada? ¿No piensas en... Lo que pasará?