El día había iniciado como ningún otro, la joven Juvia estaba contenta porque terminaría pronto la misión que tomó para pagar las cuentas que debía y claro, tener dinero para poder sostenerse económicamente los días consecuentes. Sólo faltaba encontrar un objeto más de la lista que el cliente le entregó, se trataba de hallar algunos ingrediente para preparar un postre único. Juvia no tuvo previsto el realizar dicha tarea, ya que Erza se veía tan emocionada por ir ella misma, no obstante, se presentaron inquietudes que la llevaron a tomar una misión mucho más importante. Si al final de la misión a Juvia le daban un poco del postre, lo llevaría para que Erza pudiera comerlo, seguro le encantaría. Dentro del tren la mujer de cabellos azules pasó el tiempo leyendo una y otra vez la lista, no quería olvidar ningún dato de esta. Cuando el tren por fin se detuvo, Juvia bajó, estaba en una ciudad que no conocía y tenía que ser cuidadosa para no perderse, así como para hallar las tiendas marcadas en el papel. Antes de siquiera comenzar a caminar notó la presencia de un chico y su gato, ¡él tenía un mapa! Si Juvia tenía suerte de que ese joven era una persona amable, tal vez le diría la ubicación de las tiendas que necesitaba visitar. Juvia no perdió tiempo y se acercó a él— Esto... Buenas, mi nombre es Juvia... Quisiera saber si podría prestarme su mapa por un momento.
[La noche siempre le pareció confiable. Lo cobijaba entre sus brazos añorando sacar de él la angustia que sentía con cada pesadilla. El día no era de su gusto, odiaba salir cuando el sol yacía en lo alto por ello dormía de día y despertaba cuando este se había oculto. León era una criatura de las sombras, no se permitía la libertad que un simple mortal tenía, sus principios eran regidos con severidad.
Ese día, después de haber trabajado tanto en una reunión con los generales del inframundo, el pelinegro se retiro a sus aposentos a dormir, no sin antes despedirse de su preciada hermana Lucis, cuyo cariño era más enfermo que él mismo. Cuando la noche cayera con su inexplicable paño mortuorio, él se levantaría.]
Cerca de esa misma estación, en una banca solitaria, se encontraba un joven de alta y delgada anatomía. de tez completamente blanca. Era un joven de aspecto elegante y hasta considerado apuesto, tenía ojos con una tonalidad rojiza oscura, sus cabellos de un tono castaño que llegaban hasta sus hombros y un flequillo que cubría sus ojos. Todo su ser emanaba elegancia y porte, sus ojos siempre se veían tranquilos y serios. Permanecía sentado sobre aquella banca con una sombrilla oscura que lo protegía de los rayos del sol. Algunos lo miraban de forma extraña, ya que la temperatura era agradable y no era necesario usar la sombrilla. El castaño vestía una camisa blanca un poco desaliñada, cubierta por una chaqueta oscura de cuello alto y unos pantalones negros. Lo único que hacia era observar a los que pasaban cerca, pero algo captó su atención, un chico con un gato en su hombro y que al parecer hablaba. Era algo extraño para el, por lo que quedó mirando fijamente al chico.
*Entre el silbido del céfiro y el crujir de las hojas a cada paso que da, camina tranquilamente un hombre corpulento de gran estatura y cabello de tonalidad tan rojiza como las llamas del fuego. Un semblante inexpresivo, serio, frío es el fiel reflejo externo de la dureza pétrea propia de su ser, sin más anhelo que erigirse como único gobernante soberano del mundo entero.
Suavemente su negra Hakama, su blanquecino Kimono y la oscura capa de bordados carmesí que lleva sobre sí, se mecen al compás del viento que acentúa la gélida de temperatura que poco a poco va tomando más fuerza, en contraste con el brillo solar de paulatina opacidad. A mediados de su recorrido, algo llama su atención: un chico de cabello castaño claro estaba, literalmente, entablando una conversación con un... gato. Sí, un gato; sus ojos no lo engañaban. No puede evitar mirar con más detalle a tan peculiar par, pues el principe imperial jamás había visto ni oído hablar de un gato con la capacidad del habla. ¿Podría ser eso verdad? Sea cual fuere, se detuvo para ver la respuesta por sí mismo*
[code] -Ese dia Takano tuvo que salir en un viaje de negocios puesto que ahora deberia de ver sobre un escrito antes de que el dia limite llegara ya que era en tan solo unos dias, asi que fue a ver aquella que hacia el escrito.
Nuevas tierras tocaba el mayor aunque eso no era de preocuparse, lo bueno es que Yokozawa le habia dado la direccion o estaria perdido. Al final iria con el pero tuvo otro compromiso por ello no fue con el y Onodera se encontraba indispuesto. Que gran ayuda pensaba el chico.
Mientras andaba caminando miro del joven pero algo que llamo su atencion fue aquel regordete gato ya que por un momento penso en Sorata. - [/code]
(entrecierre su mirada un poco mirando el gato por unos segundos,luego mira a tus ojos) Seas bienvenido en este ciudad...Uhm,ando algo perdido.Busco la escuela Hiinodai.Es mi primer dia y no me gustaria tardar,crees que me podrias ayudar?No la viste en tu camino?
Había decidido salir a dar un pequeño paseo por la ciudad. Recordaba que el día anterior, luego de realizar los quehaceres de su casa en la cual solo habitaba su persona, se dispuso a ordenar sus trajes de baño para la semana y fue allí que notó como uno que otro habían perdido elasticidad. No se ajustaban a su cuerpo como a él le gustaría y aquello le incomodaba, por lo que decidió ir al día siguiente a comprar un par nuevo. Y eso, es lo que justamente se disponía a llevar a cabo.
Salió de su hogar llevando una camiseta celeste, un pantalón negro y zapatillas del mismo color, el clima era caluroso pero corría aire, por lo que no llevó nada más encima. En pleno camino alzó su vista al cielo, posando sus ojos azulinos en las nubes en movimiento que cubrían parcialmente el cielo de los rayos del sol. Una ligera ráfaga de viento azotó su rostro, despeinando algunos mechones de su negro cabello. Sin embargo, sus pensamientos sobre el clima del día fueron interrumpidos al oír un par de voces discutiendo cerca de donde se encontraba. Algo extrañado volvió su mirada al frente y se percató de aquel niño que venía discutiendo con su gato. Esperen, ¿había visto bien? ¿aquel gato estaba hablando? Agrandó sus orbes zafiro de la sorpresa que aquello conllevaba, mas la naturalidad con que ambos discutían le produjo cierta curiosidad, por lo que se animó a acercarse a ellos y ver que sucedía.
- O-Oye, ¿tú gato está hablando? - le pregunta un tanto nervioso por aquel hecho, era la primera vez que veía algo así, aunque quería comprobarlo antes de "meter las cuatro" (?) - ¿O es algún peluche parlante?
