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Protectora, amable y valiente.
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Su madre, al igual que Ástryr y Roone, eran las personas más cercanas a él y quienes mejor le conocían. La reacción que se apropiaba de sí mismo no era para nada de extrañar para su mentor, quien no paraba de palmear suavemente su espalda conteniendo la risa. Einarr advirtió en el repetitivo ademán de éste que estaba poniéndose en ridículo frente a ellos, por lo que aquél rubor intenso que recubría sus mejillas rápidamente paso palidecer.

Sí usted así lo considera... – Izó el mentón, con la postura completamente erguida. Su voz pareció ahogarse junto con el pasar de una suave brisa de aire que termino por despelucar su corta cabellera rubia.

Así será. – Fulminó, reverenciando nuevamente. Quizá para los demás, la postura de respeto del príncipe rayaba lo exagerado, aunque para él no era más que la forma en la que su madre le educó y la forma en la que podía mostrarle el profundo respeto que ella merecía. Aunque Ástryr no pierde ocasión para resaltárselo en forma burlesca.

Vamos Einarr, deberías ir a arreglarte un poco. – Aconsejó Roone ante la retirada de la Reina. Einarr, le devolvió una sola mirada sonriente, serena y supo de repente, con solo verle, que éste no se arreglaría. Einarr posee un espíritu libre y desatado de las formalidades, prefería mantener esa fachada de noble atrevido al contrario que su melliza.

Que más da... Vamos al punto de encuentro, entonces. – Ambos sonrieron en seña de camaradería. El ya no era un niño para Roone y éste último era más que su mentor.

Sus pesadas botas encueradas dejaban marca sobre el alfombrado césped bajo sus pies y a medida que iba adelantándose hasta donde le esperaban, sus pisadas iban desapareciendo junto con las magulladuras que dejaba como poderosas marcas en el suelo y todo debido a la bendición que éste le brindaba, por medio de su lazo con la naturaleza al mismo. Y a medida que avanzaba el viento le golpeaba y hacia bailar la capa escarlata que lleva atada al cuello, justo donde desembocaban un par de collares dentados que algunos Gnomos le habían dado para su protección.

¿Estará mi hermana en el nombramiento?” Su corazón latía emocionado, y su palpitar solo se aceleraba más con cada paso que daba mientras reducía distancia entre él y su destino.