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-El sendero estaba salpicado de tesoros que por alguna razón los viajeros habían dejado allí. Algunos no tenían valor, otros parecían ser costosos. Estaban esparcidos de forma desordenada, como si algo hubiese provocado que hubiesen salido corriendo con tanta prisa que lo material salía sobrando.
Ese era su pasatiempo durante el día. En esas horas de luz era etérea, invisible, y se divertía con ello. Las sombras de los árboles eran sus cómplices y junto con las formas del bosque creaba pesadillas para los comerciantes, luego coleccionaba lo que ella consideraba el pago por el entretenimiento.
 
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Soren · 100+, M
-El frío como acero le recorrió los amargos rincones de su cuerpo, no podía creer el trance en el cual entró, ningún representante era excusa para caer así... De débil y vano. Pero esa luz iluminó sus ojos, la del alba, que oscurecía al atardecer, donde solo el sol se mostraba al contorno de las hojas, y ellas, adornaban el bello rostro de la mujer atenta en sus líos. De tan solo contemplar sus pequeños ojos abriéndose, y la sonrisa moribunda de su boca, daba toda la gratitud que podía ante la debilidad que lo acunaba, pero a pesar de ello, no se limitó, y dio toda sus fuerzas para hablar luego de toser.- Ahg... Gracias.
 
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