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-El sendero estaba salpicado de tesoros que por alguna razón los viajeros habían dejado allí. Algunos no tenían valor, otros parecían ser costosos. Estaban esparcidos de forma desordenada, como si algo hubiese provocado que hubiesen salido corriendo con tanta prisa que lo material salía sobrando.
Ese era su pasatiempo durante el día. En esas horas de luz era etérea, invisible, y se divertía con ello. Las sombras de los árboles eran sus cómplices y junto con las formas del bosque creaba pesadillas para los comerciantes, luego coleccionaba lo que ella consideraba el pago por el entretenimiento.
 
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SylphideQ · 31-35, F
-Las siguientes horas fueron un delirio para ella. Los gritos, las heridas, su incompetencia. No pudo hacer más que salir corriendo en busca de ayuda, de algo de utilidad, y terminó encontrando una cubeta vieja, la cual talló en un arroyo hasta limpiar y llenar de agua. Ya que no encontró ropaje o tela alguna sin ensuciar de sangre arrancó un buen trozo de su vestido, y mientras el hombre estaba inconsciente lavó su rostro varias veces con agua, especialmente su frente. Cada espasmo o movimiento que el otro hacía en sus sueños la alertaban, le daban esperanza de que despertaría, pero eran falsas alarmas, las cuales dolieron con decepción en su pecho. No quería volver a estar sola, en ese punto medio donde no podía vivir, tampoco morir.-
 
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