-Ya no respondió. Bebió el segundo vaso, pero eata vez no lo colocó en la mesa. Se le quedó mirando a contra luz, observando los colores en los que se descomponía al refractarse en los cortes del fino vaso.


Le sonrió de nuevo al vaso y se imaginó lanzándolo al estante frente a ellos, causar el mismo caos que sentía actualmente dentro de ella, pero resignada, solo negó en silencio y dejó el vaso en la barra. Se puso de pie y le dio un abrazo al azabache.

Era obvio para ella que era malo. Por eso no quiso responder más. ¿Qué podía tener de bueno si siempre terminaba de esta forma?

Tras romper el abrazo, le dio la espalda y salió del bar hacia su casa.-