Las cosas se podría decir que entre ellas nunca estaban bien. Todo Rhodes sabía bien de las discusiones que tenían con frecuencia y Saria lo único que podía hacer ante Khal'tsit era disculparse por los problemas. Al final era un asunto entre ella y la joven liberi. Cuando le rodeo con su ala ella no dudo en rodearla por la cintura y apoyar sobre la cabeza ajena su mentón. –Entonces aceptas ir con nosotras...- Cerró sus ojos, no pudo evitar sonreír un poco y acariciar su espalda. -Trato hecho. -
Saria conocía bien a su pequeña, lo enérgica que era y como no era difícil convencerla con una promesa divertida o una comida deliciosa. Acarició suavemente su mejilla, mientras se acercaba. Su ala rodeó el cuerpo de la wyvern, lentamente bajando su mano para refugiarse en ella. –Tú...– Por un momento pensó negarse, ya había dejado que Saria e Ifrit pasaran demasiado tiempo juntas. ¿Pero era justo que le quitara ese derecho? –Tú pagarás por ese almuerzo.
Conocía bien esa nota que escapaba de sus labios, la wyvern solamente se cruzó de brazos pero no esperó que al finalizar ese reclamo la liberi apoyará su mano sobre su mejilla. – Puedes cambiar el tema. Podemos llevarle a tomar el desayuno a algún lugar...eso la hará distraerse y olvidará el tema. - Cerró sus ojos e inclinó solo un poco su cabeza para sentir el contacto de su mano.
–Y es por eso que no quiero que te acerques a ella...– La empujó fuera de la habitación de Ifrit y cerro la puerta detrás de ella. Soltó un pequeño suspiro, mientras un sonido suave y dulce, característico de un ave, brotaba de su garganta. Le ocurria casi siempre que se estresaba. Y tener a esa mujer cerca significaba una montaña rusa de emociones que buscaba reprimir. –Mañana me preguntará que es "fucked" y no sabré que decirle.– Colocó su mano derecha sobre la mejilla de Saria. –No más historias raras. Es una orden.
— ¡Ouch! — Se cubre de ese golpe y no evita reír un poco. — Oh vamos, no es como los demás niños. Si sabe defenderse en el campo de batalla, debe saber más de la vida. — Se encoge de hombros. —
–En diez años más puedes hablarle acerca de cosas de adultos.– Le arrebató el libro y le dio con el un golpe en el brazo. –¡Además lo inventaste! Blancanieves no termina así.
