[Continuó su andar con la mirada al frente, pero con la cabeza en otro lado, no dejaba de pensar, de recordar, las reglas que había leído recientemente, en aquella libreta misteriosa, en aquel objeto que había capturado su completa atención, atrayéndolo de un modo desconocido. ¿Sería verdad todo lo que leyó? No lo sabía, pero la curiosidad lo hacía querer descubrirlo. Cambió su trayectoria, desviándose de su camino usual, con el objetivo de pensar en una manera de poner a prueba el "cuaderno de la muerte". Debía ser cuidadoso, pese a que no creía en la posibilidad de que las palabras escritas fuera verdad, no podía arriesgarse a escribir el nombre de un inocente, no, tenía que usar de "conejillo de indias" a alguien más, la pregunta era... ¿A quién?.
Se adentró a una tienda de abarrotes y al observar, de soslayo, a través de los cristales del local, se percató de la presencia de un "busca pelitos" que acosaba a una joven. Era perfecto, la ocasión ideal para probar la veracidad de las palabras en la Death Note. Se acercó al estante en el cual se hallaban las revistas y discretamente escribió el nombre del individuo, que había visto antes, en una de las hojas en blanco... ¿La causa de la muerte? Un accidente. Una vez que terminó de seguir las instrucciones expresadas en la libreta, llevó de lleno su mirada a su reloj de mano... 40 segundos... Ése era el tiempo marcado en el reglamento para ver el resultado final. Treinta y siete, treinta y ocho, treinta y nueve... Y al llegar al cuarenta, elevó su mirar.
Sus orbes se abrieron de par en par al ser testigo del accidente por el cual terminó siendo asesinado aquel sujeto. No podía ser, ¿cierto? Eso iba en contra de toda lógica existente. Fijó su mirada, de nuevo, en el objeto negro entre sus manos, ¿casualidad?... ¿Realidad?... No, tenía que estar seguro, por lo que decidió realizar más pruebas durante los siguientes días, antes de responder a esas interrogantes, ¿y qué mejores candidatos para "conejillo de indias" que los hombres más buscados?... Aquellos asesinos más sanguinarios y crueles... Todos, y cada uno de los nombres escritos en las hojas de papel, terminaron siendo nombres de gente que había muerto extrañamente de un ataque al corazón.
Una noche, al llegar a su casa, fue "intersectado" por su madre, misma que le pidió los resultados de los exámenes nacionales de ese año. Sin ningún problema, el joven sacó de su portafolios un sobre, dentro del cual venía el documento que especificaba cada una de las notas del castaño, se lo entregó a su madre y se encaminó hacia su cuarto.]
—Vaya, nuevamente volviste a sacar las notas más altas, hijo... ¿No quieres nada? Puedes pedir lo que sea.
—No, mamá, estoy bien. [Comentó, mientras subía las escaleras, en un tono de voz lo suficientemente fuerte para que lograra ser audible hasta la planta baja, abrió la puerta de su cuarto, se adentró a éste y al cerrar, agregó para sí mismo.]