About Me About Me Notes
About Me
Ruge un viento enrarecido y levanta una nube de polvo ocre, de tierra infinitamente estéril. Se aclara la nube para mostrar un horizonte similar de rocas enormes que van difuminándose hacia una atmósfera pesada, casi infernal. Aquel lugar podría creerse de facto como desprovisto de actividad alguna. Idea desechada por un sonido singular: de huesos que chocan y pequeños objetos que caen sobre la tierra seca. Risas, una maldición emanada de alguna boca infernal. Risas de nuevo. Por raro que parezca, alguien o algo se divierte rodeado de tanta decadencia. Tres figuras acuclilladas festejan y ríen de forma grotesca, al tiempo que una nueva racha de viento los protege de la luz nauseabunda y permanente… Es la luz de un mundo muerto.
Pronto se aclara la imagen que sería las delicias de un Bosco o un Bruegel. Aún burlándose de algún jugador en desgracia se contorsionan algunas criaturas. Seres de cuerpos sin piel, de hocicos enormes que serían menos atroces si estuvieran en sus debidos cuerpos; por ahí alguno que parecería ciego, otro con harapos, uno más con algún objeto que recuerda un mundo más conocido. Inseparables, de cada uno penden de cadenas sendos bloques negros protegidos con estuches grabados con símbolos que en u contexto distinto serían solemnes. Como ocurre con frecuencia, se detienen como por encanto las tolvaneras y aclara el sitio, descubriendo detalles que aumentan la intensidad de la chocante panorámica. Cráneos de animales extraños con osamentas que recuerdan a las humanas. Vestigios y restos tan antiguos que la mínima alteración deshace en polvo fino.
Un buen observador se percataría al instante que hay más habitantes en los alrededores más lejanos. Algunos reposan en montículos y sólo se adivinan por sus siluetas negras distorsionadas por la luz mortecina; otros caminan reflexivos y con lentitud, levantando nubecillas de polvo a cada paso. Próximo al grupo de jugadores hay una criatura larga, sentada sobre una roca que asoma a un precipicio de oscuridad casi material. Su atuendo contrasta con el lugar: un traje negro-azulado de una sola pieza con un cuello adornado de plumas muy negras de algún ave desconocida; el traje se ciñe a su delgada figura y parece formar parte del mismo ser, o eso insinúan las puntadas del cuello. Su piel es muy blanca y dicha descripción pasaría por la de un mortal si no fuera por su rostro… una faz demacrada y amenazante, ojos amarillos de pupilas rojas que nunca parpadean. No posee nariz, y solo cuenta con dos orificios por los que ¿respira? Pero lo más particular es una enorme boca de labios delgados y negros, adornados con una fila doble de afilados colmillos que rematan en cada mejilla dibujando una sonrisa socarrona.
—¡Por qué no te nos unes Ryuk, en vez de perder ahí el tiempo! Grita uno de los jugadores a la huesuda espalda de Ryuk.
—Paso. Responde secamente Ryuk.
Ninguno de los jugadores objeta y continuan en sus asuntos. No es que se sientan ofendidos, cuando se es casí inmortal tales emociones resultan obsoletas. Aquellas criaturas entregadas al hedonismo no podrían perder el tiempo en tales cosas…Ryuk, inmóvil y pensativo, observa su mundo. Piensa en los cráneos del suelo, en el horizonte de tóxica atmósfera. Piensa que la única música que lo acompaña es el silbido del viento, los huesos chocando a su espalda y las carcajadas y maldiciones. Y piensa que quizás este aburrido… ¿Aburrido? ¿Un ser casi eterno? ¿Un ser cuya única obligación es…?... Y entonces, surge una idea, una posibilidad… que desecha de inmediato por ya haberse usado, por resultar estúpida, pero... ¿Habría alguna diferencia esta vez?¿Será posible que esta vez alguien entienda? Ryuk mueve inconscientemente su mano hacía su muslo, donde reposa el paquete que lo hermana con los jugadores a su espalda, con todo habitante de aquel mundo muerto. En su cabeza surge una frase que parece no ser suya, pero que comparte con objeción. Por un milisegundo vislumbra un par de ojos castaños, severos… inteligentes, cuando menos lo piensa de sus labios se escurren unas palabras ajenas, pero muy familiares: Este mundo se está pudriendo.
Pronto se aclara la imagen que sería las delicias de un Bosco o un Bruegel. Aún burlándose de algún jugador en desgracia se contorsionan algunas criaturas. Seres de cuerpos sin piel, de hocicos enormes que serían menos atroces si estuvieran en sus debidos cuerpos; por ahí alguno que parecería ciego, otro con harapos, uno más con algún objeto que recuerda un mundo más conocido. Inseparables, de cada uno penden de cadenas sendos bloques negros protegidos con estuches grabados con símbolos que en u contexto distinto serían solemnes. Como ocurre con frecuencia, se detienen como por encanto las tolvaneras y aclara el sitio, descubriendo detalles que aumentan la intensidad de la chocante panorámica. Cráneos de animales extraños con osamentas que recuerdan a las humanas. Vestigios y restos tan antiguos que la mínima alteración deshace en polvo fino.
Un buen observador se percataría al instante que hay más habitantes en los alrededores más lejanos. Algunos reposan en montículos y sólo se adivinan por sus siluetas negras distorsionadas por la luz mortecina; otros caminan reflexivos y con lentitud, levantando nubecillas de polvo a cada paso. Próximo al grupo de jugadores hay una criatura larga, sentada sobre una roca que asoma a un precipicio de oscuridad casi material. Su atuendo contrasta con el lugar: un traje negro-azulado de una sola pieza con un cuello adornado de plumas muy negras de algún ave desconocida; el traje se ciñe a su delgada figura y parece formar parte del mismo ser, o eso insinúan las puntadas del cuello. Su piel es muy blanca y dicha descripción pasaría por la de un mortal si no fuera por su rostro… una faz demacrada y amenazante, ojos amarillos de pupilas rojas que nunca parpadean. No posee nariz, y solo cuenta con dos orificios por los que ¿respira? Pero lo más particular es una enorme boca de labios delgados y negros, adornados con una fila doble de afilados colmillos que rematan en cada mejilla dibujando una sonrisa socarrona.
—¡Por qué no te nos unes Ryuk, en vez de perder ahí el tiempo! Grita uno de los jugadores a la huesuda espalda de Ryuk.
—Paso. Responde secamente Ryuk.
Ninguno de los jugadores objeta y continuan en sus asuntos. No es que se sientan ofendidos, cuando se es casí inmortal tales emociones resultan obsoletas. Aquellas criaturas entregadas al hedonismo no podrían perder el tiempo en tales cosas…Ryuk, inmóvil y pensativo, observa su mundo. Piensa en los cráneos del suelo, en el horizonte de tóxica atmósfera. Piensa que la única música que lo acompaña es el silbido del viento, los huesos chocando a su espalda y las carcajadas y maldiciones. Y piensa que quizás este aburrido… ¿Aburrido? ¿Un ser casi eterno? ¿Un ser cuya única obligación es…?... Y entonces, surge una idea, una posibilidad… que desecha de inmediato por ya haberse usado, por resultar estúpida, pero... ¿Habría alguna diferencia esta vez?¿Será posible que esta vez alguien entienda? Ryuk mueve inconscientemente su mano hacía su muslo, donde reposa el paquete que lo hermana con los jugadores a su espalda, con todo habitante de aquel mundo muerto. En su cabeza surge una frase que parece no ser suya, pero que comparte con objeción. Por un milisegundo vislumbra un par de ojos castaños, severos… inteligentes, cuando menos lo piensa de sus labios se escurren unas palabras ajenas, pero muy familiares: Este mundo se está pudriendo.