[Conforme van pasando los años, la gente comienza a perder el rumbo. Algunos se ven influenciados por el entorno en el que se criaron, otros más pierden la cordura ante las dificultades del día a día, pero ninguna razón justifica que hagan pagar a quienes ni la deben, ni la temen. Actualmente, los notocieron muestran que el porcentaje de asesinatos ha aumentado drásticamente, los hombres comienzan a matar por el placer de sentirse superiores a otros o como solución a todos sus problemas, políticos ineptos y corruptos son los causantes de la desdicha de muchos inocentes....
Miles de pensamientos de esa índole perturbaban la tranquilidad de un joven castaño, el prodigio de todo Japón, hijo del mejor policía conocido en su ciudad. Para este joven, la gente cuya existencia no aportaba nada al bien social era repugnante e inservible, haciéndole detestar su propia raza. Los días, siempre iguales, monótonos y aburridos, hacían que el muchacho se preguntara cuál era su verdadero propósito de vivir, ¿de qué servía ser el mejor entre tanta basura? De nada, no le servía de nada aquel título, pues sin él, se consideraba mejor en muchos aspectos comparándose con la escoria de gente que habitaba en ese mundo, en esa época.
Un día normal en su instituto se ubicaba en su respectivo pupitre mientras observaba a través del cristal. No le interesaba la clase en absoluto, razón por la cual su mente divagaba en la tristeza o el coraje de pertenecer a una raza tan despreciable como lo eran los humanos, ni siquiera disimulaba su aburrimiento ante la lección en curso y eso molestó en gran medida al profesor encargado de impartir la clase.]
—Joven Yagami, ¿puede hacernos el favor de pasar al frente y resolver la ecuación?... [Light lo observó de soslayo, habían sido interrumpidas sus cavilaciones por algo tan banal como lo era una ecuación, con desgane, y sin decir una sola palabra, se levantó, aproximándose así hacia el pizarrón sobre el cual estaba plasmado el ejercicio a resolver, tomó entre sus dedos el gis y comenzó a escribir. Transcurridos un par de minutos, colocó la tiza de nuevo en su lugar, sacudió sus manos y se devolvió hacia su asiento. Todo era tan patético y aburrido.]