Estaba en el más profundo sueño que lo había podido dominar fuera de un volcán. Se encontraba en el bosque adyacente al último volcán que había fungido como su hogar en Terra; en una forma híbrida carente de toda energía que mostraba a leguas su debilidad. Su piel entera estaba quemada y cubierta de cenizas; sus túnicas negras, completamente desechas, abiertas, dejando expuesto todo su torso malherido, que se movía de arriba abajo, con una respiración irregular y agotada.
— Entiendo, es algo muy amable de tu parte el que protegas a los demás. Supongo que no eres tan malo como imaginé.
Soltó una pequeña carcajada, siempre imagino a ese dragón gruñón como un ser aislado pero incluso el podía proteger a otros. Además con esa simple respuesta pudo imaginar que el nombre que menciono antes tenía conexión con su madre.
— Sabes, el ser orgulloso no te ayudará. A veces recibir ayuda puede ser una gran bendición. Así que no necesitas bufar ante lo que te ofrezco. Seré una humana sencilla pero tampoco soy tan débil como para no poder cargarte. Eso aliviaría tu dolor, al menos hasta que estés curado.
