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—Todavía lo recuerdo, el sonido más hermoso que jamás percibieron mis oídos: tus cánticos a la luz de la luna, con tu eterno amor por la oscuridad que te envolvía. Anhelaba ser esa oscuridad que arropaba tu cuerpo posesiva, desafortunadamente consciente y correspondida del gran amor que compartían. Anhelaba que me percibieras igual, con el mismo deseo, la misma lascivia y no con ojos -sí, siempre amorosos- sólo maternales.
 

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