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Abría los ojos, sumamente agotado, desorientado y adolorido, como si despertara de un ensueño que, en lugar de ayudarle a recuperar energías, se las drenara. A medida que recuperaba los sentidos, sentía la temperatura de su pequeño cuerpo sumamente alta, escuchaba distintos alaridos a la lejanía y veía únicamente fuego y humo... pero ese no era su territorio, no lo reconocía como Zenner.

"Mátenlo", escuchó a alguien implorar repetidas veces, confundido y con un nuevo dolor muy agudo y punzante en su ojo derecho. ¿Dónde estaba su madre? Se suponía que aquello no debía pasar. No de nuevo.
 

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