Después de que tocara, volvió a su posición, sentado, recostado de ese árbol.

—No puedes. A los niños humanos no les crecen cuernos.

-Llevo sus manitas a la cabeza ajena, y con cuidado tocó.amboa cuernos, abriendo sus ojos del asombro- son increíbles ¿yo también puedo tener unos? *.*

Sólo entonces notó que se trataba del niño de la última vez. Tal vez él no lo reconocería, porque su apariencia era diferente en ese momento.

Asintió y se inclinó, llegando fácilmente a su altura, pues estaba sentado en el suelo. —Sé cuidadoso, no son un juguete.

¿Puedo tocarlos? *.*

—Son parte de mí. Como mis huesos. —Contesta tranquilo, aunque está bastante débil.

¿Por qué tiene cuernos?