Sentirlo distante y melancólico a su al rededor no le gustaba. Comprendía que había mil tormentas en su cabeza, así lo conoció, pero quería creerse capaz de apaciguarlas; o al menos brindarle un poco de la quietud que sentía a su lado. Impaciente por ello, lo tomó en brazos y se inclinó sobre su cuerpo, acercándose a sus labios, demandante.
Recibió el golpe sin hacer nada por ello; el ardor en su rostro estaba en un plano poco importante, se puso de pie quitando el cinto de tela que mantenía sus túnicas atadas, quedando con el pecho al descubierto y el pantalón que lo cubría.
Al ver a Fei tratar de acercarse, aunque fue con la mejor intención, presintió lo peor.
—¡Feiliang!
Espetó con brusquedad, con toda la intención de detenerlo antes de que se acercara demasiado, pues aquello sólo podía escalar.
Adelantó camino y tomó a Meiren entre sus brazos con más fuerza de la que el pequeño dragón de agua podría tener en ese momento. Ató sus dos brazos juntos y firmes para evitar que pudiera hacer algo más y lo alzó entre los suyos, dando una última mirada afligida a Fei, antes de llevarse a Meiren.
