Sentirlo distante y melancólico a su al rededor no le gustaba. Comprendía que había mil tormentas en su cabeza, así lo conoció, pero quería creerse capaz de apaciguarlas; o al menos brindarle un poco de la quietud que sentía a su lado. Impaciente por ello, lo tomó en brazos y se inclinó sobre su cuerpo, acercándose a sus labios, demandante.
—Pensaba hablar, acercarse para ayudar, todo eso se quedó a medias cuando vio aquella bofetada y escuchó el estruendo de la misma, cubriendo sus labios un poco ante la impresión. Escucharlo no hacía más sino aumentar sus culpas, encogiéndose de hombros pero avanzando lentamente, en un intento de ayudarlo.—
Me... Meiren, por favor espera. Acabas de dar a luz a tu huevo, vas a... vas a lastimarte, no puedes andar así.
—La preocupación era genuina, sabía que su rencor con él sólo podría ir en alza, pero no podía dejarlo así, aún si significaba ganarse por igual un golpe, tratando de ponerse a su par.—
Meiren, por favor... ¿Qué será de tu huevo si te haces daño? D-deja que te ayudemos.
