Sentirlo distante y melancólico a su al rededor no le gustaba. Comprendía que había mil tormentas en su cabeza, así lo conoció, pero quería creerse capaz de apaciguarlas; o al menos brindarle un poco de la quietud que sentía a su lado. Impaciente por ello, lo tomó en brazos y se inclinó sobre su cuerpo, acercándose a sus labios, demandante.
Musitó para sí mismo sin pensarlo mucho; sin saber incluso que ambos dragones de agua dueños de su admiración se conocían. A pesar de no ser de la misma especie que Meiren, tal vez por conocerlo y su cariño hacia él, su sentido protector se había elevado instintivamente por ese huevo y por él.
—Fei, tengo que ir.
No dio más explicación, antes de salir del lugar, dando un salto desde la ventana de la habitación que recorrió toda la distancia entre ambos. Frente a Meiren, se agachó a su altura.
—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el huevo?
Obviamente había sucedido algo trágico para que estuviera en ese lugar en ese estado.
