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No estimó que su pequeño "atajo" al siguiente pueblo fuese mucho más largo que el camino principal. Le dolían los pies con fuertes palpitaciones y su garganta dolía por agua. Afortunadamente el sonido de un río la hizo sacar fuerzas para trotar hacia él, donde encontró una para tomar asiento. Hundir los pies descalzos en el agua fue la satisfacción más grande de su vida.
 

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