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Qué hermosa ciudad. Pensaba cruzar de paso, pero fue imposible no detenerse a ver. En todas las calles había como mínimo dos o tres puestos, cada uno de ellos tan maravilloso como el anterior.
Joyas de colores, telas vistosas y criaturas mágicas estaban por doquier, compitiendo entre precios y demanda. Era peligroso quedarse mucho tiempo en un lugar, pero la princesa decidió ajustar su capucha y seguir viendo. De todas formas ya había vendido todas sus prendas de valor, lo que vestía era tan sólo la moda básica campesina. Podría distraerse un poco.
 

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